Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Somayeh Rostampour explora los orígenes y las implicaciones del lema que se convirtió en la consigna del levantamiento en Irán en 2022.
Prefacio
El levantamiento revolucionario asociado al lema “Jin, Jiyan, Azadi” (“Mujer, vida, libertad”) comenzó en Irán hace casi seis meses, el 16 de septiembre de 2022, cuando la policía de la moralidad de la República Islámica asesinó a una mujer kurda de 22 años, Jina (Mahsa) Amini. Desde entonces, todo el país está en llamas. Esta revolución feminista no es simplemente una respuesta al hiyab obligatorio; pretende poner fin a 44 años de apartheid de género, patriarcado, dictadura militar, neoliberalismo, nacionalismo y teocracia islamista. Al igual que la llamada Primavera Árabe, el movimiento Jin, Jiyan, Azadi exige “la caída del régimen” con la vista puesta en un cambio social sistémico.
Durante los tres primeros meses del movimiento, más de 18.000 activistas y manifestantes fueron detenidas, miles resultaron heridas y más de 500 personas murieron por disparos o torturadas, entre ellas 70 niños. Más de 100 personas siguen expuestas a ser ejecutadas. Los y las presas han sido sometidos a diversas formas de brutalidad, como veredictos infundados en juicios amañados celebrados sin abogados independientes y torturas físicas y psicológicas destinadas a obligar a las personas cautivas a firmar confesiones falsas. Las mujeres y los presos homosexuales, en particular, se enfrentan a amenazas de violación y acoso sexual. En la fase más reciente de la represión, el régimen se está vengando de la insurrección de las mujeres envenenando sistemáticamente a alumnas y niños con gas químico en más de 200 escuelas de todo el país, lo que ha provocado la muerte de al menos dos niños y la hospitalización de cientos más.
A pesar de ello, o gracias a ello, el movimiento sigue vivo. Las clases oprimidas siguen luchando en la calle, en las cárceles y las escuelas, en el trabajo, en las plataformas de las redes sociales, en la conmemoración de los mártires durante las ceremonias fúnebres y en solidaridad con las madres y las familias que han perdido a sus hijas e hijos. La República Islámica ha llegado a un punto irreversible; las ruedas de la historia no pueden retroceder mediante la represión. Cuando las jóvenes gritan en las universidades: “Esto es una revolución de mujeres, ya no lo llaméis protesta”, quieren decir que “esta vez es diferente”, que están decididas a derrocar el régimen. Actualmente, el ritmo de las protestas callejeras es reducido; las militantes han aprovechado este intervalo para organizarse, recuperarse y reflexionar.
El siguiente artículo fue originalmente publicado en persa el 27 de octubre de 2022, durante las fases iniciales del movimiento. Fue traducido del persa al inglés por Golnar Narimani y comparado con la traducción de un camarada anónimo. El texto ha sido editado y finalizado por Morteza Samanpour. Agradezco a todos ellos, así como al consejo editorial de CrimethInc., que hayan puesto este extenso texto a disposición de los lectores ingleses. Traducido al castellano por A Planeta.
Introducción
Después de que la llamada “policía de la moralidad” asesinara a Jina Amini el 16 de septiembre de 2022, “Jin, Jiyan, Azadi “ se convirtió rápidamente en el lema central de una oleada de protestas que se extendió por todo Irán. El eslogan fue coreado por primera vez el día del entierro de Jina por la indignada población de Saqqez, su ciudad natal en el Kurdistán: miles de valientes expresaron su solidaridad con su familia y arruinaron el plan del régimen de enterrar a Jina en secreto.
Como parte de su cultura política, el pueblo kurdo celebra colectivamente el martirio en los funerales de los militantes que sacrificaron sus vidas, transformando la muerte en un arma de resistencia. El día del entierro de Jina, alguien gritó “Jin, Jiyan, Azadi”, que todas los demás personas repitieron inmediatamente, según una mujer que presenció el acto. El lema era claro, familiar e intuitivamente comprensible de memoria. Este eslogan se utilizó después en Sanandaj, otra ciudad kurda, y luego por los estudiantes de Teherán, para finalmente extenderse por todo el país a todas las ciudades, pueblos y calles.
¿Cómo llegó este eslogan a Saqqez? ¿Por qué se convirtió en el lema central de distintas partes del Kurdistán y del resto de Irán? ¿Cómo se convirtió en el nombre con el que se identifica el movimiento revolucionario en Irán? ¿Qué significados sociales y políticos puede revelar la genealogía del eslogan?
Los orígenes históricos de “Jin, Jiyan, Azadi” (Mujer, vida, libertad)
El lema “Jin, Jiyan, Azadi” no se convirtió en la consigna del levantamiento en Irán por accidente. No cayó del cielo; surgió de una larga historia de luchas sociales. Este lema es el legado del movimiento de mujeres kurdas en la parte del Kurdistán que se encuentra en Turquía, una zona conocida por los kurdos como “Bakur”.
En septiembre de 2022, Atefeh Nabavii, compañera de prisión de Shirin Alamholi (miembro del PJAK, la rama kurda iraní del PKK), escribió en su Twitter:
“Fue de Shirin Alamholi de quien oí por primera vez el lema de “Jin, Jiyan, Azadi” en la prisión de Evin; estaba escrito en la pared, junto a su cama.
Shirin Alamholi fue ejecutada en mayo de 2009 por ser miembro del PJAK, partido considerado “terrorista” por el régimen. Sólo tenía 28 años; nunca devolvieron su cuerpo a su familia.
Tanto el PJAK de Rojhilat (la parte del Kurdistán en Irán) como el movimiento de mujeres kurdas de Bakur están influidos por la filosofía política de Abdullah Öcalan, fundador y líder carismático del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Öcalan fundó el partido en 1978 con un pequeño grupo de compañeras y compañeros; tras el golpe militar represivo de 1980, el partido incluyó la lucha armada en su programa en 1984 y desde entonces se ha convertido en la fuerza de oposición más importante de Turquía. Öcalan lleva en régimen de aislamiento desde 1999, encerrado en la prisión de İmralı, en una isla cercana a Estambul. En su fase marxista y nacionalista, Öcalan intentó entrelazar las ideas de Mao Tse-Tung y Frantz Fanon con la reivindicación de la liberación kurda para formar un movimiento socialista unido. Desde el principio, animó a las mujeres a participar en el movimiento nacional del Kurdistán con el lema principal de que “la liberación del Kurdistán no es posible sin la liberación de las mujeres”1.
Con este eslogan, el PKK se distinguió de otras organizaciones de izquierda de la época en Turquía y Oriente Medio en general. El PKK puso de relieve la cuestión de la mujer en el marco del nacionalismo kurdo moderno, que se entrelazaba sobre todo con la preservación de la patria, del propio suelo y de la cultura y la lengua kurdas.
Sin embargo, tras el colapso de la Unión Soviética, a partir de 1995 el PKK experimentó una revolución intelectual. Comenzó a alejarse del marxismo ortodoxo y de la reivindicación de un Estado kurdo independiente, abandonando la idea del “Gran Kurdistán”, y se orientó hacia ideas políticas centradas en la “democracia” y no en la “clase” en el sentido marxista clásico del término. En esta nueva fase del movimiento kurdo liderado por el PKK, la subjetividad política no se identifica únicamente con los trabajadores como “vanguardia”, sino también con las mujeres y los activistas ecologistas. Esta tendencia alcanzó su punto álgido tras la detención de Öcalan y los textos que publicó desde la prisión turca como defensa ante los tribunales. En estos libros, escritos en condiciones desesperadas y enviados a sus seguidores por fax, así como a sus abogados, Öcalan se inclina por una forma de autogobierno del consejo denominada “confederalismo democrático” constituido por tres pilares principales: “comunas, mujeres y ecología”2. En esta nueva fase, la cuestión de la mujer pasó a ser central para el PKK y el movimiento femenino del partido fue adquiriendo cada vez más independencia, tanto práctica como teórica3.
En la primera fase del PKK, cuando prevalecían las ideas nacionalistas y marxistas-leninistas, Öcalan se refirió a las antiguas mitologías de Mesopotamia (la región histórica de Asia occidental que incluye a los habitantes geográficos del pueblo kurdo y otros), enmarcándolo como el “glorioso pasado antiguo” del pueblo kurdo y proponiendo que las sociedades mesopotámicas eran matriarcales durante ese tiempo4.
Öcalan empleó mitos locales y femeninos contra las historias del imperialismo, el colonialismo y el patriarcado. Destacando el antagonismo mítico entre Enkidu (el dios masculino) como encarnación del Estado e Ishtar (la diosa de la guerra, el amor romántico y la libertad femenina) encarnada en las guerrilleras, Öcalan intentó animar a las mujeres kurdas a unirse a la lucha armada. En este marco teórico, se considera que las mujeres fueron las primeras en crear la vida y cultivar el conocimiento y las herramientas para vivir, que luego los hombres robaron a las diosas.
Öcalan asociaba los poderes creativos de las mujeres con su capacidad única para la maternidad y el parto, es decir, con sus características corporales y fisiológicas distintivas. Aquí es donde parte de su marco vincula la superioridad de la mujer con sus características físicas distintivas de forma esencialista, y en su interpretación del género, un enfoque mitológico e inmaterial sustituye a un enfoque materialista. El objetivo, sin embargo, era claramente político. Como declaró el propio Öcalan, su objetivo era devolver a las mujeres la confianza perdida en sí mismas y demostrar que el patriarcado no era un principio eterno y natural de la historia, sino el resultado de prácticas históricas5. El patriarcado, por tanto, puede transformarse. En otras palabras, puesto que en Mesopotamia existió una vez un mundo basado en la igualdad de género, podría haberse hecho realidad de nuevo.
A partir de la década de 1990, especialmente en los años 1994 a 1998, Öcalan utilizó “Mujer” y “Vida” juntas muchas veces. Especialmente porque la raíz de las palabras mujer (Jin) y vida (Jiyan) es la misma en kurdo, el uso de mujer y vida juntas se difundió fácilmente en Kurdistán. Por ejemplo, en 1999, el PKK publicó un folleto titulado “Jin Jyian” (“Mujeres-Vida”), y a partir del año 2000, aproximadamente, el lema “Jin, Jiyan” fue muy utilizado por los movimientos de mujeres kurdas de Bakur. La expresión “mujer-vida” (Jin, Jiyan) es mucho más antigua que “Jin, Jyian, Azadi” (“Mujer, vida, libertad”).
La libertad (Azadi) es también una de las palabras clave del PKK en el contexto del género. De hecho, fue la idea de la “libertad de las mujeres” la que las movilizó inicialmente para participar en la acción política y en la lucha armada. Según el PKK, la “libertad” es la liberación de las mujeres de las relaciones de poder y dominación, concretamente del capitalismo, el Estado y el patriarcado (incluida la institución de la familia). Por ejemplo, en la primera conferencia celebrada en Estambul (en 1999) por activistas kurdos en apoyo del PKK, el lema “La mujer es libre, la patria es libre” desempeñó un papel central.
Como parte del proceso más amplio a través del cual el pensamiento de Öcalan se transformó en prisión, utilizó estas tres palabras juntas por primera vez en el cuarto volumen de sus escritos en prisión, La crisis civilizatoria en Oriente Medio y la solución de la civilización democrática (2016). Pero hasta 2008, su uso fue muy limitado. Fue a partir de 2013 cuando el eslogan se escuchó en Rojava y Bakur, extendiéndose a otras partes del Kurdistán. En una carta escrita en 2013, Öcalan subrayó el poder político del lema “Jin, Jyian, Azadi” para perseguir una “vida digna” y crear una sociedad utópica. Curiosamente, Öcalan calificó el eslogan de “fórmula mágica” para la revolución de las mujeres en Oriente Medio que debería ser un modelo para las mujeres de Rojava y para todas las mujeres de Oriente Medio6. Hoy en día, el eslogan es coreado por las mujeres en numerosas ciudades de América Latina, Europa y Estados Unidos.
Sin embargo, ni la historia del PKK, ni la historia de las mujeres en este movimiento, ni la historia de este lema pueden reducirse a su líder. El PKK es a la vez un movimiento social y político que se ha abierto camino no sólo en la política, sino también en la vida cotidiana de millones de personas a lo largo de sucesivas generaciones. El PKK no puede controlar ideológicamente la escena política del Kurdistán por mucho que lo desee, porque, al final, las acciones de los sujetos políticos determinan el destino de las ideas: si son aceptadas, consolidadas y promovidas o rechazadas y abandonadas.
Las mujeres del PKK (tanto guerrilleras como activistas civiles) son los sujetos que han hecho de “Jin, Jiyan, Azadi” la idea central del movimiento. Su lucha simultánea tanto contra el patriarcado nacionalista del Estado turco como contra el patriarcado dentro del propio partido ha sido un gran logro histórico, una fuente de inspiración para nosotras, las mujeres kurdas, y para las mujeres de la región y de todo el mundo. Especialmente después de 1995, llevaron a cabo una serie de esfuerzos, haciendo numerosos sacrificios y realizando muchos experimentos. Aunque está fuera del alcance de este texto ofrecer una historia detallada del movimiento de mujeres del PKK, cabe señalar que fueron las mujeres quienes “feminizaron” la política en el Kurdistán y la transformaron drásticamente en Turquía7. El hecho de que la nueva ideología del partido situara a las mujeres en el centro influyó sin duda, pero fueron las acciones políticas conscientes de las mujeres y sus luchas interseccionales contra el capital y el Estado (que es el símbolo del patriarcado, según el PKK) las que hicieron que las consignas se popularizaran y traspasaran fronteras.
Las activistas que trataron de hacer frente a la violencia contra las mujeres en Bakur desempeñaron un papel encomiable. Crearon diversas instituciones para luchar contra la violencia; ellas mismas portaron los ataúdes de las mujeres asesinadas a causa de la violencia y las enterraron con sus consignas, canciones y ululaciones femeninas. Se relacionaron con las mujeres “corrientes”, yendo de puerta en puerta y de barrio en barrio para que la cuestión de género dejara de ser una preocupación de las “élites” y se convirtiera en una cuestión que afectaba a todos los oprimidos. Al criticar el feminismo elitista, consiguieron que las cuestiones de la mujer fueran relevantes para todas las clases de la sociedad.
Según una de las mujeres que entrevisté, en 2002, durante una ceremonia celebrada por partidarias del PKK para enterrar a una mujer que perdió la vida en un supuesto “crimen de honor”, las mujeres corearon “Jin, Jiyan, Azadi”. Algunas activistas se refirieron a estas víctimas como “mártires”. Más tarde, esto se convirtió en una tradición política muy extendida entre los partidarios del PKK.
Más recientemente, en Bakur y especialmente en Rojava, las mujeres víctimas de violencia doméstica o asesinadas por el Estado turco y el ISIS han sido enterradas con el lema “Jin, Jiyan, Azadi.”
Por lo tanto, lo que ocurrió el 17 de septiembre de 2022 en Saqqez durante el entierro de Jina Amini no fue un acontecimiento nuevo y sin precedentes. Más bien fue la continuación de una larga tradición política que surgió del PKK y se había convertido en una tradición revolucionaria en varias partes del Kurdistán. El entierro de Jina se convirtió en una manifestación en el cementerio de Saqqez precisamente por esta tradición de politizar la muerte que se practica desde hace años en Bakur y Rojava, y que ha sido inspiradora para el pueblo kurdo de Irán.
Las madres Dadkhaah del Kurdistán, las justicieras que perdieron a sus seres queridos, también desempeñaron un papel fundamental en la difusión de “Jin, Jiyan, Azadi” en Bakur. Consiguieron despojar a la vida de la mujer de sus asociaciones esencialistas y darle un significado más político. Estas madres actuaron como la memoria del Kurdistán desafiando al olvido y a la muerte. Desafiaron la muerte de sus seres queridas politizando la justicia, convirtiéndose así en sujetos políticos y mensajeros de la “vida”. En un movimiento que ha sufrido más de 40.000 bajas hasta la fecha en su lucha contra el Estado fascista turco, las madres Dadkhaah han sido las pioneras de la paz, especialmente aquellas madres que buscan la justicia y que perdieron a sus hijos en la lucha contra el Estado turco y ni siquiera pudieron enterrar sus cuerpos.
Uno de los grupos clave entre los que buscan justicia en la parte del Kurdistán en Turquía son las “Madres del Sábado”. Protestaron todos los sábados en la plaza de Galatasaray de 1995 a 1999 durante 200 semanas, en busca de justicia para sus hijos e hijas desaparecidas, que formaban parte de las más de 17.000 víctimas. Tras ser reprimidas, las “Madres de la Reconciliación” siguieron organizándose a partir de 2008 con el objetivo de sensibilizar a la población hacia una solución pacífica de los problemas del pueblo kurdo. Procedían de diversas clases sociales; la mayoría tenía escasa formación y trabajaba en varias ciudades del Kurdistán. Por ejemplo, una de las integrantes de Madres de la Paz (Makbulaa), que había perdido a sus hijos, participó en reuniones internacionales a pesar de no haber asistido nunca a una escuela.
Tanto Madres del Sábado como Madres de la Paz utilizaron el lema “Jin, Jiyan, Azadi” en sus protestas de diferentes maneras. Gracias a ellas, a partir de 2006, el lema llegó a las manifestaciones en Turquía para celebrar el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, y después a Rojava a partir de 2012.
Miles de madres que se han convertido en activistas políticas debido a la trágica y brutal opresión en la parte del Kurdistán que se encuentra en Turquía están politizando cada vez más su vida cotidiana tanto en el espacio privado como en el público. Esto representa otra similitud con la situación en Irán. Los asuntos privados bajo el yugo de la opresión han creado una profunda crisis que inevitablemente se extiende a las esferas públicas, de modo que ambas se transforman mutuamente. Comprendiendo estas similitudes, podemos identificar las múltiples significaciones de Jin, Jiyan, Azadi en un contexto transnacional.
Las madres justicieras intentaron ocupar el espacio público a su manera durante estas protestas y especialmente en los funerales, mediante la ululación (Zılgıt), expresiones de alegría y danzas kurdas colectivas con las que convirtieron espacios no políticos dominados por hombres en espacios políticos de mujeres.
Las luchas de las madres en busca de justicia pronto cruzaron la frontera turca, extendiéndose aún más con la revolución en Rojava y en respuesta a los asesinatos de tres mujeres que eran miembros del PKK en París en 20138 La coincidencia de estos asesinatos con la participación de mujeres activistas en lo que se denomina la “Revolución de las Mujeres de Rojava” dio a las cuestiones de la mujer, como el feminicidio, más protagonismo en la política de todo el Kurdistán. Las YPJ (Unidades de Protección de la Mujer) emplearon cada vez más el lema “Jin, Jiyan, Azadi” en los entierros de las mujeres mártires que lucharon contra el Estado Islámico. En consecuencia, el lema se convirtió en un símbolo de lucha y sacrificio en el esfuerzo por construir una nueva sociedad centrada en la mujer. Más recientemente, este eslogan se ha convertido en un arma de resistencia contra cualquier forma de violencia; simboliza especialmente la celebración de la vida contra el asesinato cotidiano de mujeres debido a su género9.
Así pues, este lema es el fruto de más de cuatro décadas de lucha incesante contra todas las formas de autoritarismo, capitalismo, colonialismo, intervenciones extranjeras, gobiernos nacionalistas y cuasi coloniales, islam político, extremismo religioso y violencia sociopolítica sexual. Ahora, ha traspasado las fronteras locales, convirtiéndose en una fuente de inspiración no sólo para activistas de izquierdas que valoran las luchas revolucionarias de las mujeres, sino también para mujeres de diversas geografías que han vivido experiencias similares. En 2020, mujeres catalanas y españolas que habían viajado a Rojava publicaron un libro sobre el movimiento de mujeres en el Kurdistán, titulado “Mujer, Vida, Libertad” (Jin, Jiyan, Azadi).
Este lema ha tenido vida propia, encontrando nuevos significados en diferentes geografías. Por ejemplo, desde 2014 hasta ahora, durante las protestas del 8 de marzo en Francia, “Jin, Jiyan, Azadi” se ha escuchado en algunos bloques de izquierda; algunas feministas lo han ajustado a la nueva combinación “Mujeres, Lucha, Libertad” [Femmes, Lutte, Liberté] para hacerlo más inclusivo. Hicieron plural “mujer” para integrar una diversidad de orientaciones sexuales, y sustituyeron “vida” por “lucha” porque la palabra “vida” podía encerrar a las mujeres en papeles biológicos naturalistas, según algunas interpretaciones. Otros creen que este eslogan no basta para expresar las reivindicaciones de las mujeres, porque no identifica la opresión de clase.
En relación con el levantamiento de Jina en Irán, es vital reconocer las raíces de este eslogan desde una perspectiva feminista porque hace visibles a las mujeres del PKK que crearon el eslogan, mujeres que han sido marginadas como sujetos políticos por el aparato del nacionalismo tanto estatal como no estatal, así como por los rivales del PKK en el Kurdistán. Esto afirma sus luchas feministas y nos ayuda a desafiar la apropiación derechista de “Jina, Jiyan, Azadi” por parte de partidos kurdos y no kurdos. Hacer hincapié en las raíces de este lema también refleja la historia distinta de los hombres y las mujeres del PKK. Esta historia es ignorada por la mayoría de los rivales del PKK en Irán y el Kurdistán (especialmente por las instituciones y partidos masculinos), porque sólo buscan ganar competiciones políticas, no lograr la liberación de las mujeres y la igualdad de género.
Esta negación también dificulta la identificación de las similitudes entre las mujeres del PKK y otras mujeres kurdas y de Oriente Medio de la región, al margen del PKK como partido político. De hecho, la experiencia compartida de opresión patriarcal bajo gobiernos autoritarios y una sociedad patriarcal conecta al movimiento de mujeres kurdas de Bakur y Rojava y su lema “Jin, Jiyan, Azadi” con las luchas de otras mujeres de la región -hoy en Irán y mañana en otros países. Por eso hemos visto a mujeres de Bakur y Rojava llevar a cabo numerosas acciones de solidaridad con las mujeres de Irán en los últimos cinco meses.
Puede que Turquía no sea considerada autoritaria para muchos ciudadanos turcos, pero los kurdos siempre la han vivido como un Estado autoritario, donde incluso el uso de las palabras “kurdo” y “Kurdistán” o las letras que están en el alfabeto kurdo pero no en el turco (Q, W, X) se consideraban un delito desde principios del siglo XX hasta hace muy poco. Después de que el Estado turco militarizara Diyarbakır (considerada por muchos kurdos la capital de Turquía), el alcalde Cemal Gürsel declaró: “En este país no hay kurdos. A quien diga que es kurdo, le escupiré a la cara”. Esto muestra las similitudes entre la estructura autoritaria del Estado turco en la parte del Kurdistán gobernada por Turquía -un Estado que siempre ha expuesto al pueblo kurdo a la amenaza del genocidio y la masacre- y la despótica dictadura iraní. Estas similitudes se están haciendo más evidentes con el ascenso del Partido de la Justicia y el Desarrollo (Adalet ve Kalkınma Partisi) en Turquía y el intento de recodificar las cuestiones de género según las doctrinas islámicas.
Esto también ha dado lugar a similitudes entre las luchas en Turquía e Irán. La difusión del lema “Mujeres, vida y libertad” es tanto el producto de la inspiración transfronteriza como el resultado de las tradiciones políticas en Rojhilat (la parte del Kurdistán en Irán). La magnífica actuación de las mujeres kurdas el día del funeral de Jina en el Kurdistán (punto de partida del levantamiento revolucionario de 2022), en la que agitaron sus pañuelos y convirtieron el símbolo de la opresión estatal en una bandera de lucha feminista, fue el resultado de una larga historia de luchas, resistencia y organización política en Rojjilat.
Esto se ha transmitido de generación en generación a pesar de la brutal represión estatal. Desde la República del Kurdistán en Mahabad (1946) hasta la Revolución de 1979, desde la dinámica social de la sociedad kurda hasta las actividades de los partidos políticos con el lema “democracia para Irán y autonomía para el Kurdistán”, con la participación de consejos populares en algunos casos, esta tradición política ha establecido una especie de radicalismo en el Kurdistán, cuyo legado ha llegado hasta la juventud actual. Las semillas de estos colectivos y movimientos políticos, la mayoría de los cuales pertenecían a la izquierda, quedaron enterradas con el ascenso del movimiento contrarrevolucionario de las fuerzas islamistas en la revolución de 1979.
Estos movimientos fueron de los primeros en luchar contra el anuncio de la República Islámica del hiyab obligatorio en 1979, oponiéndose a las narrativas sexistas y nacionalistas en medio de los numerosos campos de opresión y explotación a los que se enfrentan las mujeres kurdas. En algunas ciudades del Kurdistán (Sanandaj, Marivan y Kermanshah), miles de mujeres se manifestaron con motivo del 8 de marzo para protestar contra el hiyab obligatorio en Irán. Al igual que sus hermanas de otras ciudades, corearon los mismos eslóganes que se escucharon durante el levantamiento de 2022: “No al hiyab obligatorio, no a la humillación, muerte a la dictadura”. Esto ha afianzado una tradición radical en torno al 8 de marzo en el Kurdistán iraní.
El vacío de poder provocado por la caída del régimen dictatorial de los Pahlavi también dio lugar a la formación de organizaciones de mujeres. En medio de la apertura de este espacio político, por primera vez en la historia de la lucha del pueblo kurdo, incluso antes del PKK, un grupo de mujeres revolucionarias del Kurdistán tomó las armas y se unió a las filas de la fuerza Peshmerga de Komala (1979-1991), un partido maoísta10. Durante y a causa de estas luchas, en 1979-1980 se crearon numerosas organizaciones de mujeres independientes y principalmente de izquierdas, como el Consejo de Mujeres (Kurdas) de Sanandaj, la Unión de Mujeres de Marivan y la Comunidad de Mujeres Activistas de Saqqez. A pesar de la represión, las activistas del Kurdistán, especialmente las socialistas, continuaron por este camino durante los años siguientes, luchando contra las desigualdades impuestas por razones de género, etnia y clase.
Ha llegado la hora
Mientras que durante las décadas de 1980 y 1990, los nacionalistas turcos (tanto en el gobierno como en los movimientos políticos) negaban la existencia de la cuestión kurda y los nacionalistas kurdos quitaban prioridad a las cuestiones de la mujer, el PKK hacía hincapié en la cuestión del género. En los años ochenta y noventa, estas organizaciones solían estar influidas por la ideología antiimperialista, que a veces reproducía una oposición al feminismo e impedía el avance de las actividades independientes de las mujeres. En aquella época, la mayoría de los movimientos de izquierda de Turquía creían que los esfuerzos por la liberación de la mujer debían abandonarse hasta la realización de la revolución de clases11.
En este contexto, el PKK rechazó la concepción convencional de la izquierda turca, que creía que “la cuestión de la mujer debía suspenderse hasta la victoria del socialismo” o que “los esfuerzos por la liberación de la mujer debían abandonarse hasta la realización de la revolución de clases”. La organización también rechazaba la idea de que el socialismo hubiera resuelto suficientemente los problemas de las mujeres en el pasado. Con ello, el PKK se distinguía tanto de la izquierda turca como de los nacionalistas kurdos. El PKK criticaba el patriarcado, especialmente la institución de la familia y el sistema de honor en el Kurdistán, al tiempo que acusaba a los izquierdistas turcos de hacer la vista gorda ante el colonialismo interno de Turquía contra los kurdos, que constituían el veinte por ciento de la población del país.
Desde finales de la década de 1980, las mujeres kurdas trabajaron por una política basada en el autogobierno de las mujeres dentro del PKK, que las distinguía de las corrientes dominantes del feminismo en Turquía y de los hombres dentro de otras organizaciones revolucionarias12 A partir de 1995, llevaron a cabo una lucha interseccional en la que la cuestión de las mujeres, la liberación del Kurdistán y la clase y la ecología adquirieron la misma importancia. Daban a entender que había llegado el momento de resolver la cuestión de la mujer durante la revolución, no después: deberíamos ser capaces de llevar a cabo una revolución social por la igualdad de género junto con una revolución política y una lucha armada para construir un Kurdistán socialista. En este sentido, se adelantaron mucho a su tiempo e instaron a una política progresista a todo el partido13.
La importancia de este enfoque interseccional queda más clara cuando comparamos al PKK con sus homólogos de izquierda, especialmente las organizaciones políticas que existen desde la década de 1990. Por ejemplo, en los movimientos de izquierda de Palestina, hasta hace poco, la cuestión de las mujeres siempre ha permanecido al margen. La campaña Tala’at (un movimiento feminista palestino) se puso en marcha en 2018, tras el llamado asesinato por “honor” de mujeres palestinas a manos de sus familias, con el objetivo de abordar la cuestión de la violencia contra las mujeres junto con la cuestión de la ocupación israelí de Palestina. Las mujeres palestinas salieron a la calle bajo el lema “No hay patria libre sin mujeres libres”, una consigna que ya se coreó hace tres décadas en la parte del Kurdistán gobernada por Turquía. Sin embargo, los hombres palestinos criticaron duramente a estas mujeres, afirmando que el principal problema en estos momentos es el colonialismo israelí y “no es el momento” de que las mujeres celebren protestas callejeras. Creían que las mujeres palestinas retratan una imagen “primitiva” de los hombres palestinos que proporciona justificaciones a la derecha israelí, cuando es el Estado israelí el que utiliza la violencia más brutal contra el pueblo palestino. Pero estas mujeres no vacilaron; hicieron hincapié en que la solución de los problemas de las mujeres no debe posponerse tras la liberación de las fuerzas colonialistas israelíes14.
Como mujeres kurdas, turcas, baluchis y árabes de Irán, nos hemos enfrentado a problemas similares durante muchos años. Siempre se ha dado prioridad a la lucha contra el opresivo gobierno central, como principal enemigo que ha militarizado nuestro lugar de residencia. Dado que el nacionalismo impulsado por el Estado ha puesto a las regiones marginadas del país en un estado de emergencia permanente, algunos activistas nacionalistas kurdos, turcos, árabes y baluchis nos han pedido que no demos a los nacionalistas y centralistas la oportunidad de aprovechar las protestas de las mujeres contra la violencia para tergiversar a los hombres. “Ahora no es el momento adecuado”, insinuaron. Después de la liberación, tendremos tiempo suficiente para abordar los problemas de las mujeres. Hay problemas supuestamente más urgentes que los que afrontan las mujeres, que pueden posponerse o abandonarse por completo.
Pero a las mujeres de Irán, como a las de muchos otros países, les ha quedado claro que las luchas contra el patriarcado y contra la opresión nacional y de clase deben llevarse a cabo simultáneamente. De lo contrario, tras la liberación de la nación y la realización de las revoluciones socialistas, las mujeres podrían ser enviadas a sus casas o apartadas del espacio público. Esta era una lección importante que las mujeres kurdas del Kurdistán Bakur habían aprendido de la historia de las luchas socialistas anteriores a ellas. Colocaron la libertad de las mujeres en su agenda política junto a la libertad del Kurdistán y la liberación del capitalismo. Como resultado, este movimiento produjo muchos eslóganes sobre la mujer y su importancia. Intentaron introducir la cuestión de la igualdad de género en la agenda del partido al tiempo que luchaban contra el nacionalismo patriarcal representado por el gobierno excluyente represivo y otorgaban un nuevo valor a las mujeres de clase baja15 Cambiaron lo que significaba ser mujer en el imaginario colectivo y obligaron a los partidos kurdos, tradicionalmente dominados por hombres, a dar más importancia al género.
Las mujeres no sólo participaron en el movimiento, sino que se convirtieron en sus pioneras. Fueron las portadoras de la vida libre en una situación en la que la represión del gobierno turco había convertido la vida cotidiana en una crisis permanente. En consecuencia, el eslogan “Jin, Jiyan, Azadi” implica sobre todo que “Ha llegado el momento” de conseguir hoy una vida mejor y más libre, de abordar los problemas de las mujeres, de no posponer la opresión de género dando prioridad a la opresión de clase o nacional.
“Jin, Jiyan, Azadi” es el resultado de la lucha de mujeres que han estado luchando en varios frentes al mismo tiempo. Con varias décadas de resistencia constante, han llevado a las mujeres de la sombra al escenario político del Kurdistán, han llevado la igualdad de género de un futuro desconocido al presente, y del espacio privado al discurso público. Aunque esto pueda parecer obvio a primera vista, no ha sido plenamente aceptado en el ámbito de la lucha, al menos en Irán. Dejando a un lado el enfoque derechista y sexista de la mujer en Irán, todavía hay muchos en la izquierda que piensan que abordar la opresión de género puede crear divisiones dentro de la clase trabajadora, que la opresión de género no es tan importante como la opresión de clase. Por supuesto, la clase y el género no existen independientemente el uno del otro, ya que el capitalismo se reproduce a través de las desigualdades de género, raciales y étnicas. Para muchos, sin embargo, la intersección entre ambas no es segura.
La conexión de la opresión nacional (étnica) con la opresión de género y de clase es aún más desafiante y ha creado más interrogantes. Los pueblos no persas de Irán han sido doblemente explotados y colonizados durante más de un siglo, viviendo bajo el dominio de un poderoso sistema de represión que no necesariamente actúa con la misma intensidad en las regiones “centrales” -como podemos ver cuando observamos el viernes sangriento en Zahedan y el sábado sangriento en Sanandaj en septiembre y octubre de 2022 y los asesinatos masivos de noviembre de 2018 en las zonas marginales del país16.
No podemos imaginar un futuro libre sin formular una comprensión política de cómo encajan entre sí todo tipo de opresiones. Mientras los activistas no sean capaces de abordar la opresión étnica y el derecho a la autodeterminación en Irán, contribuirán a que las minorías desconfíen de los progresistas en el núcleo urbano. Irónicamente, la mayoría de ellos se ven empujados hacia el “separatismo”, que históricamente nunca ha sido el deseo de los kurdos, el pueblo baluchi u otros grupos minoritarios, pues se dan cuenta de que no pueden esperar la aprobación y el reconocimiento del centro urbano, sino que deben transformar su vida social por sí mismos. Esta tendencia podría suponer un gran reto para el futuro de la política en Irán. Irónicamente, lo que más fuerza le da son quienes niegan la importancia de la autodeterminación, no las minorías étnicas (como alegan la propaganda de la República Islámica y la derecha iraní). Las minorías étnicas siempre han mostrado su deseo de unirse a los centros urbanos de acuerdo con las condiciones políticas legítimas. Durante el reciente levantamiento revolucionario, esto culminó en el canto de consignas en defensa de la unidad en las ciudades marginales del país, especialmente en Kurdistán y Baluchistán.
Durante años, los izquierdistas orientados hacia las “luchas obreras” han negado la importancia del feminismo y la necesidad de dar prioridad a la cuestión de género. Los nacionalistas kurdos también intentaron difundir el mito de que el patriarcado no existe en el Kurdistán y que, si hay algún tipo de violencia, tiene su origen sobre todo en la opresión del gobierno central colonialista. Incluso hace poco, durante el levantamiento de Jina, algunas activistas kurdas iraníes publicaron un vídeo en el que mujeres kurdas decían de diferentes maneras que “¡el hiyab no es un problema de las mujeres kurdas!”. Mientras tanto, cada día aparecen noticias de los conflictos de las mujeres kurdas con sus familias y la estructura patriarcal de la sociedad por cubrir sus cuerpos y controlar su sexualidad.
La amplia aceptación del lema “Jin, Jiyan, Azadi” demuestra la necesidad de esta forma de política interseccional en el Irán actual; representa una alternativa potencial a la República Islámica. En contraste directo con el régimen dominado por los hombres y represivo, que ha negado a varios grupos cualquier derecho -especialmente a las mujeres y a las personas queer, pero también a los organizadores sindicales, a los y las activistas étnicas y medioambientales y a otros grupos marginados- “Jin, Jiyan, Azadi” ofrece una alternativa unificadora que abarca opresiones plurales. Por esta misma razón, los nacionalistas sexistas y los reaccionarios, a menudo próximos a los monárquicos, intentan sustituirlo por otros lemas, incluidos lemas populistas y chovinistas como “Hombre, Patriota, Prosperidad”. Del mismo modo, durante las primeras semanas sangrientas del levantamiento de Jina, las fuerzas militares del Kurdistán borraron el lema “Mujer, vida, libertad” de los muros de las ciudades kurdas, escribiendo “Mujer, castidad, honor” u “Hombre, gloria, autoridad”, lo que demuestra lo asustado que está el régimen por el carácter feminista e interseccional del lema revolucionario.
En vista de las implicaciones políticas del lema, parece vital preservarlo en este momento histórico de Irán. Si cualquier otra forma de unidad no refleja su pluralismo, sólo podría ser una estrategia hipócrita y oportunista para obtener un poder homogeneizador y eliminacionista en el futuro de Irán.
Las mujeres y las minorías étnicas han recorrido un largo y difícil camino para conseguir que esta sociedad acepte que la opresión de género y étnica no es sólo “su problema”, sino una cuestión social que debe abordarse por el bien de todas las personas. Deshacerse de la opresión de clase exigirá abolir simultáneamente otras formas de opresión que han convertido a algunas personas en “minorías” (no necesariamente cuantitativas) y “periféricas” (no necesariamente geográficas). Al igual que para las mujeres del Kurdistán turco, “Jin, Jiyan, Azadi” implicaba que no había que quitar prioridad a las preocupaciones de las mujeres, la traducción de este eslogan al contexto iraní propone que no pospongamos abordar la opresión de género y étnica u otras formas de dominación hasta que caiga la República Islámica. Esta consigna puede ayudarnos a impedir que los reaccionarios se apropien de nuestros movimientos y los manipulen.
Para aumentar nuestra sensibilidad ante la supresión de las voces de las mujeres de etnias marginadas, podemos utilizar la versión kurda del lema “Jin, Jiyan, Azadi” incluso más que la persa, que todo el mundo ya entiende y repite. Se trata de una acción simbólica, pero en estos momentos críticos puede reforzar la unidad que necesitamos y sentar las bases para consolidar la confianza mutua.
La gente ha coreado eslóganes en farsi muchas veces en las regiones no persas del país; ahora es el momento de que las regiones centrales se muestren más abiertas a los eslóganes no persas. Del mismo modo, el empleo consciente de Jina, el nombre kurdo, en lugar de Mahsa (un nombre persa) hace visible la opresión estatal que nos ha privado de nuestra lengua materna en diversos ámbitos, incluidos los nombres que podemos dar a nuestros hijos. A esto se han enfrentado durante años los habitantes de las regiones no persas. No sólo Jina se convirtió en el nombre en clave del levantamiento revolucionario del pueblo iraní, sino que su nombre se convirtió en un código de resurrección a pesar del dominio de un nacionalismo iraní que ha criminalizado a las personas no persas hasta tal punto que incluso los nombres no persas se consideran una amenaza17.
Su familia la llamaba “Jina”. La lloraban con ese nombre. Su madre le escribía en espacios virtuales con ese nombre. En su lápida se lee “Jina Amini”. Sin embargo, la mayoría de los persas identifican a Jina como “Mahsa Amini”, y este último nombre se ha convertido en tendencia. No es casualidad. El nombre de Jina, al igual que su muerte, representa las opresiones simbólicas a las que se enfrentó como mujer no persa. Si consideramos que una de las tareas de los movimientos revolucionarios es poner de relieve y articular múltiples formas de opresión relacionadas internamente, el movimiento “Mujeres, Vida, Libertad” puede lograr la unidad reconociendo las diferencias ahora, no después. Esta es la única manera de construir una alternativa armoniosa pero inclusiva. Quienes luchan por la libertad, la igualdad y la justicia en Irán deben luchar en varios frentes al mismo tiempo, a diferencia de la oposición de derechas que ha eludido esta responsabilidad bajo el falso paraguas de “Ettehad “ (“unidad”), poniendo en su programa una política excluyente.
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Abdullah Öcalan, Guerra y paz en el Kurdistán (Iniciativa Internacional, 2012 [2008]). ↩
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Somayeh Rostampour, “Género, conocimiento local y militancia revolucionaria. Movilizaciones políticas y armadas de las mujeres kurdas en el PKK después de 1978”, tesis doctoral, septiembre de 2022, Universidad de París 8, Francia. ↩
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Ibid. ↩
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Abdullah Öcalan, Prison Writings: Las raíces de la civilización (Transmedia Publishing, 2007). ↩
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Ibid. ↩
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Saadi Sardar, “Una revolución feminista desafía al régimen iraní, Instituto Kurdo de la Paz”, 26 de septiembre de 2022 (consultado en octubre de 2022). ↩
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Por ejemplo, cuando Turquía ingresó en la Unión Europea en torno al año 2000 con la condición de conceder ciertos derechos políticos a las “minorías étnicas”, las mujeres aprovecharon la oportunidad, mientras que el PKK empezó a perseguir sus objetivos por medios distintos de la lucha armada, como la participación en elecciones parlamentarias y la extensión de su influencia política en movimientos civiles como los consejos. ↩
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Una de las tres mujeres asesinadas en París fue Sakine Cansız, una de las fundadoras del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, la figura femenina más importante en la historia del PKK. Pasó más de ocho años en cárceles turcas, donde le cortaron los pechos bajo tortura. Lea esto para obtener más información sobre Sakineh Jansez. ↩
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Por ejemplo, “Jin, Jiyan, Azadi” fue el lema principal en la batalla que las mujeres de Rojava libraron contra el Estado Islámico en Afrin (un cantón de Rojava, que ahora está ocupado por el Estado turco) de diciembre de 2017 a marzo de 2018. De 2018 a 2021, 83 mujeres fueron asesinadas, 200 mujeres fueron secuestradas y 70 mujeres fueron violadas en Afrin bajo la ocupación militar del gobierno expansionista turco. ↩
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Por la misma razón, tras iniciarse el levantamiento de Jina, la agencia gubernamental Fars news publicó un texto en su página web el 7 de octubre de 2022 titulado: “Hace 40 años, Komle cantaba ‘mujer, vida, libertad’, pero de otra manera”. ↩
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Para algunas organizaciones socialistas conocidas, como el MLKP (Partido Comunista Marxista Leninista), los debates sobre la lucha de las mujeres comenzaron a mediados de la década de 2000. Muchas otras organizaciones (por ejemplo, el DHKP-C o el TIKB) creían que no tenían problemas con el sexismo y, por tanto, no tenían necesidad de reflexionar sobre ello. ↩
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A pesar de la tendencia del PKK a plantear la cuestión de la igualdad de género, hasta casi 1995, este partido seguía teniendo una estructura dominada por los hombres; su líder era un hombre influyente, y la desigualdad de género se reproducía de diversas formas dentro del propio partido. Las mujeres de este partido, tras adquirir experiencia y aumentar su número desde principios de la década de 1990, llegaron a la conclusión de que su lucha no podía centrarse únicamente en la liberación del Kurdistán, porque aunque éste se liberara, ellas seguirían bajo el dominio de los hombres. En consecuencia, unieron sus fuerzas para crear organizaciones exclusivamente femeninas en las que pudieran fortalecerse y tomar decisiones de forma independiente para impulsar el autogobierno de las mujeres junto con el autogobierno del Kurdistán. ↩
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Si hoy en día el PKK es conocido por la importancia que ha dado a las cuestiones de género, eso se debe a las continuas actividades de las mujeres del partido, que comenzaron desde las guerrillas en Shakh (las montañas de Qandil) y siguieron en Shar (ciudades) por partidarias feministas y queer con un enfoque diferente. ↩
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Esta campaña fue un gran paso adelante. Continuó durante ocho meses, convirtiéndose en la base de una ola de protestas en los países árabes en 2019. Las participantes incluso hicieron un llamamiento transfronterizo a las mujeres palestinas de los campamentos de Líbano y otros países, pidiéndoles que se unieran a la campaña. En consecuencia, en 2018 asistimos por primera vez a manifestaciones de mujeres en estos campos, a las que se unieron mujeres inmigrantes no palestinas en algunos países. Las mujeres inmigrantes residentes en países occidentales que se unieron a la campaña tenían sentimientos contradictorios similares: temían que si hablaban de violencia doméstica de forma pública y colectiva, estarían dando una excusa a la derecha antiinmigrante de Occidente. ↩
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Aunque en teoría el PKK se ha distanciado del maoísmo, en la práctica siempre ha dado mucho espacio a las mujeres “corrientes”, sobre todo a las de clase baja. Por ejemplo, la alcaldesa de Mardin (Sürgücü), en el Kurdistán turco, que fue apoyada y elegida por un partido pro-PKK, era una mujer de cuarenta años que tenía ocho hijos y muy poca educación. Al mantener un contacto constante con las mujeres y con las diferentes clases, el PKK pudo convertir lo que hasta entonces se consideraba “excepcional” en un modelo común en el Kurdistán. ↩
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Rostampour, Somayeh. “Escisiones étnicas en el movimiento de protesta iraní”. Multitudes 83, nº 2 (2021): 112-119. ↩
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Aunque aún no está claro por qué la propia Jina (Mahsa) Amini tenía dos nombres, en general, muchas personas del Kurdistán tienen dos nombres: uno en farsi para utilizarlo en su partida de nacimiento y otro en kurdo para llamarse en su comunidad. Esto se debe a que algunos registradores se niegan a inscribir nombres kurdos, alegando que “este nombre no es iraní”; en otros casos, las familias prefieren nombres en farsi en los certificados de nacimiento, para que sus hijos no sean discriminados o humillados por su identidad kurda. ↩