Louisiana: Desastres en el Horizonte

:

Las Raíces Coloniales de las Crisis Climáticas—y un Camino Hacia la Resiliencia

Categories:
Localizations:

Basándonos en entrevistas con anarquistas locales, exploramos las raíces coloniales de las catástrofes actuales, que el huracán Ida ha exacerbado en Louisiana y discutimos cómo las comunidades pueden crear infraestructuras verdaderamente resilientes para todxs.


Han pasado cuatro días desde que el huracán Ida causara estragos en Nueva Orleans y el área circundante. Mientras cientos de miles de personas se enfrentan a cómo sobrevivir durante semanas con un acceso a los recursos básicos enormemente reducido, muchxs se hacen las mismas preguntas a las que se enfrentaron tras el huracán Katrina, en un clima—y un mundo—que se vuelve más inestable cada día que pasa. En el sur de Louisiana, prever otro desastre como este ha sido una cuestión de cuándo ocurriría, no de si lo haría.

La ciudad de Nueva Orleans y el rico mosaico multicultural del que se compone su alma, no sólo son únicxs, sino que se también se enfrentan a desafíos únicos. Pero como hemos visto en todo el mundo durante los últimos años, los sucesos meteorológicos extremos causados por el cambio climático y las crisis sociales asociadas a estos, se están acelerando e intensificando en todo el mapa. Para aquellxs que aún no hemos sentido el impacto del cambio climático, la situación en el sureste de Louisiana nos obliga a mirar de frente a un futuro de desastres inminentes.

El mundo en el que vivimos se ha construido según los imperativos del poder político y económico, no según las necesidades de los seres humanos. Tenemos que poner en práctica nuestras propias estrategias ahora para prepararnos para las catástrofes que se avecinan con el fin de construir nuevos mundos en medio de ellas.

Para apoyar directamente las iniciativas de ayuda autónomas en Nueva Orleans y sus alrededores, podéis donar a New Orleans Mutual Aid Group y Lobelia Commons a través de Venmo: @NolaMutualAid y @LobeliaCommons.

Las líneas eléctricas se derrumbaron en todo el sureste de Louisiana, pero fue la caída de las principales torres de electricidad en Nueva Orleans lo que dejó sin electricidad a la ciudad.


Destrucción y Escasez

La gran mayoría de lxs habitantes de Nueva Orleans no tienen electricidad y esperan seguir sin ella durante semanas. En la misma situación se encuentran aquellxs que residen en las áreas circundantes, muchas de las cuales fueron las que sufrieron con más fuerza el impacto de Ida. Mucha gente carece también de acceso a agua corriente segura y hay informes que hablan de que cada vez es más difícil conseguir agua embotellada. Los árboles han caído sobre caminos y casas; los tejados han volado.

La gasolina escasea. Esto dificulta que quienes no evacuaron la zona antes de la tormenta lo puedan hacer ahora, incluso si tienen un vehículo. En una entrevista que realizamos el 31 de agosto de 2021, “M—”, un anarquista que vivió en el distrito 7 del sur de Nueva Orleans durante años y recientemente se mudó fuera de la ciudad, para trabajar en la infraestructura regional de autonomía alimentaria, describió la situación: “Un bidón de gasolina en el este de Nueva Orleans se vende por $ 200-400. Se están vendiendo en las calles por personas que portan armas”.

El gobierno ha hecho poco para ayudar. “La preparación parecía mínima”, nos contó el 31 de agosto un paramédico de Nueva Orleans que prefiere permanecer en el anonimato. “La ciudad proporcionó muy pocos refugios públicos antes de que llegara la tormenta. Ahora están luchando por proporcionar servicios a la gente y acaban de organizar, tres días más tarde, más refugios para alojar a la gente. Los hospitales han estado al borde del colapso con lxs pacientes del COVID-19 y este puede haber sido el punto de ruptura. Mucha gente está recurriendo a los Servicios Médicos de Emergencia y a los hospitales en un intento de encontrar recursos básicos y refugio”.

Por otro lado, continuó, “el despliegue del NOPD [Departamento de Policía de Nueva Orleans] y la Guardia Nacional en los escaparates de las tiendas—Walgreens, etc.—parecía ser una prioridad extremadamente alta”. Menos de 24 horas después del impacto de Ida, la policía ya había desplegado equipos contra el saqueo.

El techo de un edificio y un semáforo cayeron en la calle Decatur en el Barrio Francés. Muchxs residentes también perdieron los techos de sus casas.


Una Ciudad de Diseño, un Desastre de Diseño

Por varias razones interconectadas, esta parte de Louisiana es una catástrofe “natural” a punto de ocurrir. Todo esto es resultado de la colonización, el capitalismo y la arrogancia de creer que las fuerzas económicas pueden triunfar sobre las fuerzas naturales.

Lo que ahora es el sur de Louisiana—toda el área al sur de Lafayette y Baton Rouge—se formó durante los últimos 7000 años a partir de la deposición de sedimentos y las inundaciones de los ríos. El río Mississippi transporta miles de millones de toneladas de sedimentos del interior de Norteamérica, que a medida que cambiaba de curso y serpenteaba durante los últimos milenios se depositaron en la desembocadura del río para formar el delta. Las inundaciones de primavera traían consigo nuevos sedimentos, que depositaban nuevas tierras a ambos lados de las riberas del río, creando diques naturales. En los deltas de los ríos, a diferencia de los valles de los ríos, el nivel del río es generalmente más alto que la tierra circundante, y la orilla sirve como amortiguador.

En varios momentos de los últimos 7000 años, el río Mississippi ha desembocado en el Golfo de México a través de diferentes canales, cada uno de los cuales ha creado un lóbulo diferente del delta.

La zona baja del río Mississippi es una de las regiones del mundo con mayor ingeniería hidrológica. Bulbancha—el nombre choctaw para el área que ahora se llama Nueva Orleans—ya era, antes de la colonización europea, un centro de reunión indígena multilingüe para el comercio y otras actividades. Sin embargo, debido a las inundaciones estacionales, nunca fue un asentamiento permanente.

La ciudad de Nueva Orleans fue fundada por lxs franceses en 1718 como puesto de avanzada colonial. Eligieron esta ubicación porque parecía haber suficiente tierra seca para construir, les proporcionó un área de seis millas río abajo que les permitía defenderse sin obstáculos de las potencias coloniales en competencia, y les aseguró un control estratégico sobre la desembocadura del Mississippi—y, por lo tanto, sobre todo el comercio interior norteamericano. En la década de 1720, lxs colonizadorxs comenzaron a construir diques de tierra para controlar las inundaciones de primavera, que eran un inconveniente para sus aspiraciones de construir una ciudad al estilo europeo.


M— que está familiarizado con la compleja historia e hidrología de la región gracias a sus años como guía turístico ecológico en los pantanos de Louisiana, nos explicó cómo la misma ingeniería que permite que la ciudad continúe funcionando durante todo el año como asentamiento, es también responsable de su mayor vulnerabilidad frente a tormentas como Ida.

“La zona que encuentras a medida que te acercas al lago Pontchartrain, antes de la ingeniería humana, habría sido un pantano, un pantano a nivel del mar. Para construir casas en tierra seca, no se puede tener un suelo pantanoso saturado, por lo que se instalaron una serie de sistemas de bombeo y canales para ‘drenar el pantano’. Cada vez que encienden las bombas para mantener secas las calles, estas continúan succionando el agua de los suelos”. Esto agrava el proceso natural de hundimiento del suelo, en el que las nuevas tierras, formadas por las inundaciones—tierras blandas y saturadas de agua—se hunden a lo largo de los años a medida que se comprimen lentamente para formar rocas sedimentarias. Cuando los diques artificiales redujeron drásticamente, y luego detuvieron, las inundaciones de los ríos, estos ya no pudieron traer nuevos sedimentos. En consecuencia, ya no hay nada que contrarreste la tendencia de la tierra a hundirse.

“Así que, el suelo continúa hundiéndose bajo los edificios y la ciudad, creando un efecto de cuenco allí donde se encuentran las paredes del dique en el río Mississippi. Y luego, en el lago, que es propenso a las marejadas ciclónicas, está el muro de contención que construyó el Cuerpo de Ejército. Las dos fuerzas principales de las inundaciones son el río Mississippi, que experimenta una marejada ciclónica que llaman “backsurge”, y el lago Pontchartrain, que también es propenso a las marejadas ciclónicas, que llegan a través del estrecho del Mississippi y el lago Borgne”.

Por eso, casi la mitad de la zona, que en 1718 estaba a nivel del mar o por encima de él, está ahora por debajo del nivel del mar. La ciudad también experimenta con frecuencia pequeñas inundaciones debido a las fuertes lluvias y a las antiguas infraestructuras de drenaje.

Generalmente, a medida que se avanza desde el río Mississippi hacia el lago Pontchartrain, la elevación disminuye.

El control de las inundaciones creció en intensidad y alcance geográfico a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, especialmente después de la Gran Inundación del Mississippi de 1927. Después de catastróficos daños, el estado inició el Proyecto del Río Mississippi y sus Afluentes, que “básicamente encorsetó al río”, comentó M—.

“El río, prehistóricamente hablando, es un ser vivo; se mueve, refluye, inunda, etc. Los diques se crearon para evitar que el río volviera a desbordar sus márgenes. Al hacerlo, crean el río más peligroso posible al garantizar que toda el agua que llega al río ya no pueda salir de él. Cuando el río sobrepasaba sus orillas y entraba en su llanura aluvial, depositaba allí sus sedimentos. Ahora los sedimentos se acumulan a los lados de los diques y en el fondo del canal”.

Aunque el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. draga el río para mantener el canal de navegación, “no solo toda esa agua permanece en el dique, sino que además hay menos canal para que el agua lo ocupe”, dice M—. Incluso si el cambio climático no estuviera haciendo que la cuenca del Mississippi se volviera cada año más húmeda, que lo hace, “el nivel del río aumentaría cada año simplemente como resultado de los sedimentos que se depositan dentro del canal. La única manera de resolver este problema es continuar construyendo diques cada vez más altos”.

Durante las décadas posteriores a la inundación de 1927, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. puso en marcha de manera masiva proyectos como Bonnet Carre y Morganza Spillways, Old River Control Structure (ORCS) y Mississippi River Gulf Outlet Canal (MRGO). Las industrias de la caña de azúcar, el transporte marítimo, el petróleo, el gas y la petroquímica no podían manejar los reflujos y flujos estacionales de la naturaleza, por lo que quienes tenían el poder político y económico buscaron imponer su control sobre una de las fuerzas más poderosas del continente.

Si la Estructura de Control del Old River fallara, el flujo principal del Mississippi se redirigiría repentina y catastróficamente hacia el Atchafalaya, destruyendo Morgan City y dejando Nueva Orleans baja y seca.

La Estructura de Control del Old River, que ha sido descrita como “el talón de Aquiles de Estados Unidos”, se encuentra entre Natchez, Mississippi y Baton Rouge, Louisiana, donde se unen los ríos Mississippi y Atchafalaya. Su construcción terminó en 1963, y se diseñó para “evitar que el río Mississippi vaya a donde quiere ir”, como explicó M—. “Antes de la creación de ese aliviadero”, dijo, “el río bajaba lentamente por el río Atchafalaya, pero más y más cada año. La Estructura de Control mantiene el 30% del flujo del Mississippi en el río Atchafalaya y el 70% restante en el río Mississippi “.

Si fallara—lo cual es una clara posibilidad ya que el cambio climático trae más y más lluvia al norte del Medio Oeste—la inundación resultante sería inimaginable.

“En 1973, hubo una gran inundación del río Mississippi que causó en Louisiana todo tipo de problemas río arriba. Esta fue la primera inundación que realmente desafió a la ORCS. Las aguas de la inundación formaron remolinos que comenzaron a arrancar el hormigón de la compuerta. Estaba tan dañado que no pudieron repararlo y simplemente hicieron otro llamado Estructura de control auxiliar. Una estructura de 50 pies de cemento mantenía al río donde está, y si hubiera fallado, lo que estuvo a punto de ocurrir, el río Mississippi habría bajado por el río Atchafalaya, causando una inundación catastrófica en la cuenca de dicho río. Todo lo que se hubiera encontrado entre el río Mississippi y Morgan City habría sido arrasado, y el río Mississippi nunca habría vuelto a su cauce actual. Lo que verías en Nueva Orleans, si eso hubiera sucedido, habría sido un estuario fluvial, casi sin agua en el río. Ya no sería un canal de navegación, y Nueva Orleans, como ciudad, dejaría probablemente de funcionar, porque Nueva Orleans y todas las áreas circundantes obtienen su agua del río Mississippi “.

La estructura auxiliar de control del Old River.

Al mismo tiempo que la tierra se hunde y las inundaciones de los ríos se están convirtiendo en un riesgo mayor, Louisiana también está perdiendo tierras a un ritmo sin precedentes, principalmente de la costa, causada por una combinación de pérdida de vegetación, debido a especies invasoras, canales de la industria del petróleo y gas, que cortan la línea de la costa y exponen más área a los estragos de la acción de las olas, intensificación de las tormentas y aumento del nivel del mar. Las marismas costeras y los pantanos—los bosques de cipreses y tupelos que históricamente aislaron a la región de los peores efectos de los huracanes—han sido, en gran parte, destruidos. “A través de siglos de creación de canales, tala y otras obras de ingeniería, los bosques fueron diezmados”, nos informó M—.

“Después de todo el escándalo y la catástrofe del Cuerpo del Ejército durante el Katrina, se incrementó la altura de los diques, se hicieron pruebas más rigurosas y es más probable que ahora tengan éxito y no se rompan”, continuó. El Mississippi River Gulf Outlet (MRGO), el canal, mal diseñado, responsable de llevar la marejada ciclónica del Katrina directamente a Nueva Orleans, “se cerró hace algunos años, lo cual fue crítico en términos de desalinización de las aguas que desembocaban en el lago Pontchartrain. Esto permite que los bosques de la zona se recuperen un poco”. Estos avances han llevado a algunxs a concluir erróneamente que la solución funcionó. Desafortunadamente, gran parte de esto ha sido demasiado poco y se ha hecho demasiado tarde y, como se ha explicado anteriormente, la elevación continua de los diques alrededor de Nueva Orleans, aunque es esencial para proteger a lxs habitantes de la ciudad, es solo una solución provisional.

Una refinería de gas natural después de Ida. Lamentablemente, las columnas de humo que salen de las chimeneas son normales.

Por mucho que lxs residentes de Nueva Orleans estén en peligro constante, lxs de la periferia y más allá quedan, aún más si cabe, a merced de los elementos. Cuanto más río abajo, peor se ponen las cosas, pero la situación río arriba tampoco es buena: el área del Mississippi desde Baton Rouge hasta Nueva Orleans, conocida como la “avenida del cáncer”, alberga aproximadamente 200 plantas petroquímicas y 25 refinerías de petróleo y gas, por no mencionar que cuenta con las tasas de cáncer más altas del país. La mayoría de las comunidades en esta área están principalmente ocupadas por descendientes de negrxs esclavizadxs, muchxs de lxs cuales trabajan en estas industrias porque hay poco trabajo disponible, lo que lxs expone a altos niveles de carcinógenos.

Resulta escalofriante imaginar el potencial desastre de residuos tóxicos que supondría que una sola planta petroquímica resultara dañada en una tormenta catastrófica.


Un Riesgo Calculado—Pero ¿Para Quién?

Con tantos peligros y dificultades, lxs forasterxs podrían preguntarse por qué la gente sigue viviendo en la región.

En primer lugar, como dirán con orgullo muchxs habitantes nacidxs y criadxs en Louisiana, porque es su hogar. La caliente llanura pantanosa, que es más agua que tierra, la rica cocina y música, y la mezcla sincrética de culturas a lo largo de los años—que aglutina a más de 30 pueblos indígenas, supervivientes de la trata de esclavxs de África occidental, colonizadorxs y migrantes europexs, los intercambios regulares con Haití, Cuba y otros países del Caribe, y la más reciente afluencia de personas originarias de Vietnam, Honduras y México—han creado un lugar diferente a cualquier otro lugar de la Tierra. Su cultura única y vibrante sostiene a la gente y la gente sostiene la cultura.

En segundo lugar, para muchas personas sería muy difícil marcharse. “En el caso concreto de Nueva Orleans”, dijo M—, “las personas afectadas son las que viven en circunstancias precarias. La gente que no puede marcharse: gente que no tiene vivienda, que no tiene coche, que tal vez tiene algún trauma histórico relacionado con el Katrina, o que no quiere marcharse”. Ida se intensificó tan rápidamente que no hubo tiempo suficiente para tomar las medidas necesarias para organizar una completa evacuación obligatoria de Nueva Orleans, que fundamentalmente implica organizar el transporte de quienes no tienen vehículos privados. Incluso si lo hubiera habido, las rutas de los autobuses de evacuación ya eran muy escasas.

“Las personas que sufren son normalmente las personas marginadas y tratadas como excedentes por el capitalismo: los pueblos indígenas, las personas de color, queer y pobres de clase trabajadora”, afirmó M—. Esto es tan cierto ahora como en 2005. “Esta catástrofe pone la lupa sobre las condiciones preexistentes. La gente lo ha dicho un millón de veces sobre la pandemia, pero el huracán lo demuestra realmente. La atención de la gente está puesta ahora en la energía eléctrica, pero hay gente en mi barrio que lleva muchos años sin luz ni agua de forma intermitente. Una vez que vuelva la electricidad en la ciudad de Nueva Orleans puede que no vuelva para todxs. ¿Cómo impedimos que el Estado dicte las condiciones del retorno?”.

Sin electricidad, el Barrio Francés está vacío de juerguistas.

Desde que se convirtió en una propiedad colonial, el sureste de Louisiana ha sido un área de crucial importancia estratégica—pero, al mismo tiempo, de la muerte brutal y la exclusión. Lxs franceses desplazaron a los pueblos indígenas, libraron guerras coloniales contra ellxs mientras enfrentaban entre sí a diferentes pueblos, y esclavizaron a miles de personas, principalmente de la región africana de Senegambia. Lxs primerxs colonizadorxs, reclutadxs entre la clase baja de Europa, murieron por enfermedades de forma masiva. La ciudad se inundó constantemente y no se pudo drenar de manera fiable, lo que provocó problemas de saneamiento público que aún la atormentan hoy en día.

Cuando se trajeron africanxs esclavizadxs, también murieron en masa, muchxs antes de llegar a ser subastadxs. Después de intentos fallidos de cultivar índigo y tabaco como cultivos comerciales, a finales del siglo XVIII la clase esclavizadora se hizo rica con la caña de azúcar. Lxs esclavizadxs de la región fueron lxs que, de todxs lxs esclavizadxs de Estados Unidos, sufrieron la peor tasa de mortalidad, teniendo que soportar la recolección forzosa de la caña de azúcar en el brutal calor de Luisiana. En 1811, aproximadamente 500 africanxs esclavizadxs se levantaron en la mayor insurrección de esclavxs en la historia de Estados Unidos, marchando río arriba desde las plantaciones hacia Nueva Orleans, matando a dos hombres blancos y arrasando las plantaciones a lo largo de su camino. Respaldada por tropas federales, la milicia local reprimió violentamente el levantamiento.

Hoy en día, las ciudades situadas río arriba de Nueva Orleans están habitadas por lxs descendientes de las personas que trabajaron aquí como esclavxs. Trabajan en las refinerías y plantas químicas que han superado, pero no reemplazado por completo, las plantaciones de caña de azúcar. Las barcazas de cereales y los buques portacontenedores han reemplazado a las lanchas planas del Mississippi que impulsaban la gran mayoría del comercio interior en el siglo XIX. “Alrededor del 60% de todo el grano estadounidense que se exporta utiliza el río Mississippi como principal flujo logístico”, nos dijo M—. “Si eso se detuviera por algún motivo, tendría enormes consecuencias no solo para la economía de Estados Unidos sino también para la economía mundial”.

Aquí se muestra el puerto de Nueva Orleans. Justo río arriba se encuentra el puerto de South Louisiana, el puerto de mayor tonelaje del hemisferio occidental, que gestiona el 60% de las exportaciones de grano de Estados Unidos.

Louisiana tiene la mayor población carcelaria per cápita del mundo. Habitualmente, lxs presxs siguen siendo condenadxs a trabajos forzados en una institución que pasó sin problemas de ser una plantación de esclavxs a ser una prisión. El legado de la esclavitud continúa: para muchas localidades rurales de Louisiana, la prisión es la principal industria. En muchos sentidos, el estado todavía representa una colonia de esclavxs penales dentro del sistema penitenciario de Estados Unidos.

Las epidemias de la fiebre amarilla—traída por primera vez a la región por la trata de esclavxs—mataron aquí a 40.000 personas en el siglo XIX. La misma ciudad ahora está experimentando su cuarta ola de COVID-19, lo que lleva al límite a un sistema médico con escasos recursos. Al mismo tiempo, cientos de miles de personas han perdido el acceso a la energía eléctrica o al agua potable a raíz del huracán Ida—durante el sofocante calor del verano.

Estructuralmente, poco ha cambiado en la región en términos de quién sufre y quién se beneficia. La situación actual representa una versión modernizada de injusticias centenarias.


El hecho de que los desastres afectan de manera desproporcionada a lxs más marginadxs ya se ha demostrado una y otra vez. Pero esto no es simplemente una cuestión de necesitar una mejor política estatal. Desastres como este no son solo el resultado de la incompetencia o la falta de una planificación tecnocrática adecuada; son el resultado inevitable de procesos que concentran el poder de decisión en manos de unxs pocxs y lxs recompensan por no preocuparse por las consecuencias que estas decisiones tengan para lxs demás. Vivimos en una sociedad de desastres perpetuos, no tanto porque la vida sea desagradable, brutal y corta fuera de la zona de confort asegurada por el poder estatal y la tecnología capitalista, sino porque las prioridades que impulsan el desarrollo y la aplicación de ese poder y esas tecnologías tienen muy poco que ver con hacer que la vida sea sostenible para la mayoría de las personas.

En Nueva Orleans—como en otras partes del mundo—el imperativo del beneficio que guía el capital petrolero, químico y marítimo transnacional dicta qué se protege de las tormentas que empeoran, cómo se promulga esta protección a corto plazo y quién está excluido de ella. Hay pocos incentivos para que quienes controlan este capital se preocupen por la gente o la cultura de Nueva Orleans. Incluso lxs miembrxs de la clase adinerada local, que pueden marcharse, y de hecho lo hacen, mucho antes de una tormenta y que recibieron una parte desproporcionada de los fondos de ayuda tras el Katrina, son, en el mejor de los casos, una idea tardía en los fríos cálculos de las corporaciones multimillonarias. Lxs pobres ni siquiera se tienen en cuenta—y cuanto más río abajo se va desde Nueva Orleans, más gente queda a merced de sus propias defensas.

Así que—si no podemos contar con los sistemas que administran y distribuyen el poder para encontrar soluciones, ¿qué podemos hacer nosotrxs mismxs?

Aunque el muro de contención que aparece en esta imagen no estaba en peligro de ser sobrepasado, la marejada provocó que el lago Pontchartrain se estrellara contra el dique de cemento y la pasarela.

Actuar en la Era de los Desastres

Los fenómenos meteorológicos extremos, junto con otras formas de crisis, son ahora tan comunes que sobrepasan la capacidad de los medios de informar sobre ellos y generan fatiga por compasión. Antes de que se puedan contabilizar los daños causados por un huracán, una inundación o un incendio, el ciclo de noticias ha pasado al siguiente desastre. Mientras tanto, la vida de lxs afectadxs avanza a paso de tortuga en su intento por recoger los escombros. Para muchxs en todo el mundo, ya es imposible imaginar cómo sería la vida sin crisis constantes. En los próximos años, esas crisis nos afectarán cada vez más.

Es un error suponer que cuando las crisis ecológicas se vuelvan “suficientemente graves”, el estado se verá eventualmente obligado a hacer algo para ayudar. Desde una perspectiva capitalista, los riesgos y consecuencias distribuidos de manera desigual siempre han sido esenciales para el mercado. En una sociedad colonial como Estados Unidos, la gente de todas las clases sociales da por sentado que habrá víctimas. Cualquier enfoque que se mantenga dentro de la lógica del capitalismo solo producirá soluciones sintomáticas, mientras que los problemas seguirán siendo sistémicos.

Esto significa dos cosas para las respuestas de base al catastrófico cambio climático. En primer lugar, luchar contra el capitalismo y sus premisas es un elemento esencial de la ayuda en casos de desastre. Para protegernos a nosotrxs mismxs y a lxs demás, tenemos que luchar contra los sistemas políticos y económicos que producen las condiciones que hacen inevitables los desastres. En segundo lugar, a medida que nos organizamos para afrontar estas crisis, no debemos confiar ni reproducir el tipo de estructuras autoritarias que generaron por primera vez estos problemas.

Al recordar las consecuencias del Katrina, podemos ver cómo tanto el Estado como el sector sin ánimo de lucro a menudo empeoran las cosas en lugar de mejorarlas. El gobierno federal no hizo casi nada por lxs pobres de Nueva Orleans mientras convertía la ciudad en una ocupación militarizada y malversaba descaradamente los fondos; después, lxs promotorxs aprovecharon la oportunidad para desplazar a la gente y acelerar la gentrificación. Muchas personas que vivieron las consecuencias desarrollaron una profunda desconfianza en el Estado.

Con la esperanza de trascender los fracasos del estado y del sector sin ánimo de lucro, muchas personas han estado experimentando con modelos de base. La pandemia y los desastres climáticos de los últimos años han provocado una explosión de grupos de ayuda mutua en todo Estados Unidos. “Ayuda mutua”, una consigna anarquista durante más de un siglo y un concepto de sentido común compartido por incontables millones de personas durante mucho más tiempo, se ha convertido en una palabra de moda. La idea es simple: las personas se ayudan entre sí y todxs se benefician. En la práctica, algunas personas han comenzado a usar esta etiqueta para describir con precisión el tipo de marcos de caridad y movimientos de influencia política a los que, originalmente, el marco de ayuda mutua proporcionaba una alternativa. Las diferencias reales de poder y acceso a los recursos, entre las personas que actúan con un objetivo similar o en condiciones parecidas, pueden crear problemas cuando el objetivo es llegar a unas relaciones verdaderamente horizontales.

M— habló sobre cómo mejorar las anteriores iniciativas solidarias de base. En algunos casos, “la relación se basa tanto en la dependencia que cuando el activista se va, las personas que reciben esa ayuda sufren. Es algo que se ha repetido en todas las zonas de desastre en las que he estado”.

“En lugar de hacer eso, nos preguntamos—¿cómo podemos usar nuestras habilidades, el acceso a los recursos y la infraestructura en la que hemos estado trabajando lentamente en la región de manera que no haga que todo dependa personalmente de nosotrxs? ¿Que no requiera el rol de activista o algún tipo de especialización? ¿Cómo podemos renunciar a las claves de ese tipo de gestión? Sería a la vez más práctico y acorde con nuestra ética”.

En Nueva Orleans, la gente estableció varios grupos políticos de ayuda mutua al comienzo de la pandemia o incluso antes, incluido el New Orleans Mutual Aid Group (NOMAG), la New Orleans Mutual Aid Society (NOMAS) y Southern Solidarity, que se dedican a distribuir alimentos y otros recursos. El primer día después de la tormenta, NOMAG distribuyó cientos de galones de gasolina gratis—una medida que no está exenta de riesgos en condiciones tan desesperadas.

Con escasa gasolina, lxs habitantes de Nueva Orleans intentaron llenar todo lo que pudieron mientras aún era posible.

Junto a estas iniciativas abiertamente políticas, se llevan a cabo innumerables actos de solidaridad y resistencia de formas menos visibles o reconocibles. Por naturaleza, estas son difíciles de catalogar, pero se puede decir que tales formas orgánicas de organización son al menos tan efectivas y sostenibles como muchos de los gestos politizados más visibles. La gente está cocinando sin parar para alimentar a sus vecinxs, poniendo lonas en los tejados y arreglando las casas de lxs demás. Lxs anarquistas están participando en estas actividades, así como en marcos más abiertamente políticos.

Lobelia Commons está trabajando para crear una red para establecer en el área una autonomía alimentaria a largo plazo, incluyendo líneas de suministro autónomas que puedan llevar alimentos y otros recursos a las cocinas del vecindario ante sucesos como Ida.

Algunas personas también están empleando enfoques más conflictivos. En una respuesta lógica a la situación, “los saqueos comenzaron a ocurrir tan pronto como cesaron los vientos de Ida”, informó M—. “Nueva Orleans no apareció el año pasado durante el levantamiento que se extendió por el resto del país. En vista de la crisis de COVID-19 y el estado general de pobreza en Nueva Orleans, esta ha sido la primera ocasión en que ha sido posible. Hay mucha energía reprimida y tal necesidad que definitivamente se revelará en el futuro”. Si bien Nueva Orleans está inundada de trágica violencia horizontal, que contribuye a una prevalente actitud negativa hacia cualquier cosa considerada “crimen”, es importante distinguir entre las diferentes formas de actividad que a veces se agrupan bajo esta etiqueta. El saqueo es a menudo un simple y sensato acto de supervivencia y redistribución en una sociedad en la que un gran número de personas pobres no pueden acceder a las necesidades básicas. Es aún más justificable en situaciones como ésta.

En esta era de desastres, una de las tareas más difíciles será ir más allá de reaccionar continuamente a una crisis tras otra y planificar de manera más ambiciosa un futuro incierto. Esto ya está siendo complicado y no va a volverse más fácil. Pero incluso en medio del caos, sabemos que los lazos, las habilidades y las formas de pensar nuevas—o eternas—que surgen cuando se interrumpe la vida cotidiana, pueden ser duraderas y transformadoras. Lxs poderosxs no pueden dictar los términos del regreso a la normalidad; no habrá vuelta a la normalidad, aunque queramos que así sea. De aquí en adelante el pronóstico es de incertidumbre.

Tendremos que idear formas creativas de sobrevivir y prosperar en este mundo impredecible. Podemos basarnos en muchos ejemplos pasados y presentes de personas que viven de manera resiliente y se adaptan a patrones naturales en constante cambio. Lo que ahora se llama Nueva Orleans siempre se ha llamado Bulbancha, “La tierra de muchas lenguas” en Choctaw, en referencia a la cantidad de idiomas hablados por quienes atraviesan esta turbulenta región, yendo y viniendo con los cambios estacionales. Las culturas indígenas de todo el mundo, amenazadas por el cambio climático y otras tragedias impuestas por el colonialismo, sugieren algunas de las formas en que podemos alejarnos de los desastres prefabricados para establecer relaciones más holísticas.

Bulbancha para siempre.