Cuando el Tribunal Superior de Pietermaritzburg confirmó la condena y sentencia del expresidente sudafricano Jacob Zuma, estallaron los disturbios y saqueos en dos provincias de Sudáfrica, disturbios que duraron nueve días empezando el 9 de julio de 2021. Estos se han atribuido a una lucha de poder entre facciones de la clase dominante y a la indignación por la gestión de la pandemia COVID-19; también se ha asociado con el miedo a la violencia étnica. Lo que es seguro, al menos, es que fue una respuesta a la pobreza y la desesperación generalizadas. Las siguientes reflexiones aparecen en la discusión acerca de esta valoración de los hechos realizada por Abahlai baseMjondolo, un movimiento de personas sin tierra basado en la democracia directa. Te recomendamos que leas la evaluación antes mencionada y el siguiente texto juntos para llegar a una comprensión más profunda de las cuestiones en juego.
El siguiente texto es una contribución a la actual discusión sobre la ola de revueltas más incendiaria que ha golpeado a Sudáfrica desde el fin oficial del apartheid. El autor es un sudafricano residente en España que ha colaborado con miembrxs de la asociación de personas sin tierra Abahlai baseMjondolo en Ciudad del Cabo, es el productor del (ahora moribundo) Love Letters Journal, y previamente ha colaborado en la sección de Sudáfrica de Dialectical Delinquents.
Llevamos un Mundo Nuevo en Nuestras Revueltas
“Podemos torcerle el cuello tieso al hábito”.
–DH Lawrence, introducción a la primera edición estadounidense de New Poems
Julio es pleno invierno en el hemisferio sur, donde la línea de Billie Holliday en You Go To My Head—“Como un verano con mil julios”— suena un tanto extraña. De todos modos, este invierno hubo suficiente fuego como para mantener a la gente caliente. Durante más de una semana, las dos provincias más pobladas de Sudáfrica, Gauteng y KwaZulu Natal (KZN), que juntas también representan más de la mitad de su PIB, estuvieron en llamas. Sólo en KZN más de 200 galerías y 100 centros comerciales fueron saqueadxs o quemadxs, mientras que, al menos, 1.400 cajeros automáticos resultaron dañados, 300 bancos y oficinas de correos fueron vandalizadxs, y once almacenes, ocho fábricas y un total de 90 farmacias fueron destruidxs “irremediablemente”. El recuento total de ambas provincias juntas es considerablemente mayor, con más de 330 muertxs y más de 40.000 negocios saqueados, quemados o destrozados. Según el presidente Cyril Ramaphosa, “Prácticamente no hay sector de la economía que no se haya visto afectado por la violencia”. Con la policía superada en número y sobrepasada, fue necesario, para aplastar la rebelión, el despliegue en las calles de 25.000 soldados del ejército equipadxs con ametralladoras y tanques.
La Muerte no es Ruidosa
La muerte particular que mueres no es ni siquiera una muerte (que es un fenómeno inferior en el mejor de los casos) sólo una abstracción insalubre en el patio trasero…
–Flann O’Brien, el tercer policía
Además de alrededor de una docena de personas, que aparentemente murieron a causa de los pisotones recibidos durante los saqueos, es casi seguro que aquellxs que murieron durante estos sucesos fueron asesinadxs por el estado. El hecho de que cientos de civiles desarmadxs fueran asesinadxs en el espacio de unos pocos días, probablemente casi todxs a manos de fuertemente armadas unidades policiales y del ejército que actuaban en defensa de la propiedad privada y no de los seres humanos, se silencia por completo en la espectacular representación de los acontecimientos. Aparte de los casos anteriores, en los informes de los medios de comunicación nunca se menciona la causa de la muerte, ya que se limitan a reproducir sin comentarios las declaraciones de la policía. Pero una mirada bajo la superficie revela un ejemplo de la realidad enmascarada por las falsas estadísticas. Una reciente declaración de la organización de lxs sin tierra Abahlali basMjondolo informa:
El jueves de la semana pasada (29 de julio), Zamekile Shangase, una mujer de 33 años de Asiyindawo en Lamontville, fue asesinada a tiros por la policía a las puertas de su casa. Zamekile era madre de dos hijxs de 6 y 11 años. Fue elegida para un puesto en el consejo local de Abahlali en 2018 y sirvió en el consejo durante un año. Zamekile recibió un disparo mientras la policía realizaba una redada en el asentamiento como parte de la Operación Show Your Receipt.
Esta es la segunda vez que la policía viene a asaltar los asentamientos de esta zona y llevarse la comida de la gente. El jueves iban de puerta en puerta, rompían cerraduras, amenazaban y maltrataban a las personas y les quitaban comida. La gente se enfadó y empezó a gritar. Algunas personas comenzaron a tirar piedras a la policía y a golpear el furgón policial. Luego, la policía se enfadó y comenzó a disparar.
Un oficial de policía estaba parado en la carretera y disparaba al azar colina arriba hacia Asiyindawo. Tras disparar a Zamekile, la policía continuó con su operación de incautación de comida a punta de pistola mientras su cuerpo seguía tendido en el suelo.
Nos preocupó mucho leer en una importante publicación un artículo en el que se informaba que, delincuentes armadxs con balas robadas en los disturbios, habían disparado a la policía desde todas las direcciones, que esta se vio obligada a responder y que “una mujer de 33 años fue asesinada”. Otro artículo del mismo periodista informó que Zamekile se vio “atrapada en el fuego cruzado”. Este artículo no vio la necesidad de mencionar siquiera el nombre de Zamekile.
La policía mintió para tratar de encubrir el hecho de que, sin ningún motivo, mataron a una persona desarmada. No hay duda de que nadie disparó contra la policía. Si el periodista no se hubiera limitado a aceptar como verdad lo que dijo la policía y hubiera hablado con lxs residentes de Asiyindawo, lxs de otras partes del asentamiento cercano de Sisonke (antes Madlala) y lxs del municipio (Lamontville) que viven cerca de Asiyindawo, habría descubierto que todxs coincidían en que solo disparaban lxs policías.
A pesar de que en todas partes se informa de las muertes como si se hablara de un desastre natural, como si las víctimas hubieran muerto en una inundación o un huracán, cualquiera con alguna experiencia directa en el ámbito de las acciones policiales sabrá, sin lugar a dudas, que esta es la forma más probable en la que las 330 personas no identificadas fueron “asesinadas en los disturbios”. Incluso lxs pocxs que fueron pisoteadxs fueron, probablemente, víctimas indirectas del estado, ya que la estampida en cuestión seguramente fue el resultado de una acción policial violenta. En la historia del país, este se perfila como el año con el mayor número de civiles asesinadxs por el estado—más que cualquier año durante las rebeliones de los años setenta y ochenta. Mientras que “la verdad oficial enmascara la verdad sobre lxs agentes”, la violencia del estado neocolonial no es nueva ni excepcional. Como pregunté en “Another Man Done Gone”, sobre la muerte de otro migrante africano a manos de la policía:
“Más negrxs son asesinadxs en democracia bajo custodia policial que lxs que fueron asesinadxs en las cárceles de las fuerzas de seguridad del apartheid durante los estados de emergencia de los años setenta y ochenta. ¿Cuántxs más nunca llegan a las celdas, asesinadxs por lxs defensores de la civilización en el cumplimiento del deber? ¿A cuántxs asesinan las fuerzas del orden público con enfermedades evitables y hambruna? ¿Cuántxs se ven obligadxs a morir en el paro o se ven abocadxs a la locura y al suicidio? ¿Cuántas víctimas de la esclavitud moderna están condenadas a una muerte en vida día tras día, condenadas a una existencia de miseria planificada en un ataúd de tiempo muerto que crece para abarcar cada momento de vigilia? ¿En qué sentido fue excepcional la muerte de Mido Macia?”
El Proletariado como Sujeto y Distorsión
Algunas mujeres solo querían poner fin a todo. “Todo debe acabar [sic], ya ves, ¡así de claro!” Entonces dices: “Pero eso es difícil. ¿Cómo puedes hacer esto?” Esto es lo que enfureció mucho a las mujeres. Si dices que hay algo que no puedes hacer, debes decir por qué.
–Gladys Manzi, citado por Ian Sinclair en Cato Manor, junio de 1959
Me vi impulsado a escribir esto en respuesta a un reciente comunicado de Abahlali baseMjondolo, que considero la organización de masas más ejemplar y radical del país, sobre los disturbios. Con el debido respeto a mis compañerxs en AbM, la actitud y el lenguaje reflejados aquí me parecen una tergiversación simplista de lo que está ocurriendo. Muchxs de lxs que se comprometen a contribuir a un cambio básico en este mundo expresan, a menudo, prejuicios similares sobre el lado “negativo” de los movimientos sociales, y, en aras de contribuir a una mayor coherencia, se ofrece el presente texto. Algunos ejemplos.
Comparar a lxs saqueadorxs con los gusanos [que también, y no por casualidad, tergiversa las verdaderas causas del colapso económico en Zimbabwe de manera igualmente simplista y en un tono similar, al de aquellxs que alegaron que se debía culpar a lxs negrxs “incompetentes” y “sin ley” que invaden las granjas blancas]—
“Tememos que la situación económica se vuelva como la de Zimbabwe, y que cuando los gusanos hayan terminado de comerse el cadáver, se coman entre sí.”
Denunciar a lxs rebeldes como cortxs de miras y autosaboteadorxs—
“¿Qué pasará con los trabajos de la gente ahora que se están quemando fábricas y otros lugares de trabajo? Eso no es una revolución. Es destrucción que dejará a lxs pobres más pobres.”
Y así sucesivamente—este es precisamente el tipo de retórica y perspectiva que hemos visto que utiliza, una y otra vez, la clase dominante y sus representantes cada vez que lxs oprimidxs recurren a tácticas que no están de acuerdo con lo que ellxs piensan que es “productivo” y “moral”. “ Hemos escuchado esto en alusión a lxs sin tierra que okupan tierras, manifestantes de “prestación de servicios” que bloquean carreteras y atacan las infraestructuras del estado, estudiantes y trabajadorxs que sabotean sus escuelas y lugares de trabajo, y me parece completamente inconsistente, por decirlo suavemente, que aquellxs que se involucran, justifican y apoyan tales luchas, den la espalda y condenen a lxs participantes del levantamiento actual.
Los disturbios y saqueos, en una escala comparable a lo que acabamos de presenciar en Sudáfrica, siempre fueron parte integrante del movimiento revolucionario de liberación. El nivel de amnesia social que ha borrado este aspecto del movimiento— que resultó ser una de las formas de organización más igualitarias y sin intermediarixs desarrolladas durante la lucha—es un gran obstáculo para superar algunas de las limitaciones que denuncia este comunicado. La fragmentación y la separación entre las personas que participan en esa acción directa, las que se dedican a la okupación de tierras, las que participan en las luchas en su lugar de trabajo, las luchas de lxs jóvenes dentro y contra las escuelas y la resistencia rural a la imperialista extracción de recursos, deben superarse en mayor medida que durante la década de los ochenta, si se quiere tener la posibilidad de que surja un cambio social básico. Por supuesto, tanto la amnesia social como las separaciones son un síntoma de la gran debilidad de la clase trabajadora en la actualidad, y aunque las exhortaciones voluntaristas a la unidad no se ajustan a este propósito, parece ser un tanto exagerado decir, como hizo Anton Pannekoek, que “La clase trabajadora no es débil porque esté dividida; está dividida porque es débil”. Ciertamente, el hecho de que ni siquiera se reconozca la unidad fundamental entre las diversas expresiones de la lucha de clases es un factor que contribuye a mantenernos débiles.
Por supuesto, cuando dicen que esto no es (en sí mismo) una revolución, cuando lamentan la desorganización y las limitaciones demostradas por lxs que saquean de forma tan poco elegante como para matarse en una docena de estampidas, estoy de acuerdo. Por otra parte, incluso el derrocamiento total del personal de un determinado gobierno no constituye en sí mismo una revolución, mientras las relaciones sociales subyacentes para las que ese personal trabaja y a las que protege no sean también derrocadas y profundamente transformadas.
Tampoco es cierto que el movimiento actual sea una expresión sin paliativos de la desesperación, la desorganización y el egoísmo. Recientemente me contaron un ejemplo, que no creo que sea un caso aislado, el de una mujer cuya tía dirige una especie de organización benéfica en KwaZulu Natal para un grupo de niñxs abandonadxs o cuyxs padres y madres simplemente no podían permitirse el lujo de tener niñxs. Ofrecen cuidado de niñxs, educación, comida y cosas por el estilo. Se vieron bastante afectadxs por el saqueo porque estaban en medio de todo. Pero lxs saqueadores no tocaron la propiedad en la que se alojaban—solo saquearon las tiendas de la zona. A su tía le dijeron que se quedara en casa y estaba preocupada por los suministros de alimentos para lxs niñxs y el personal de la organización. Al final resultó que, algunxs saqueadorxs terminaron dejándoles una gran cantidad de comida después de que todo se hubiera calmado.
Mi admiración y respeto por lxs compañerxs de AbM es tal que no tengo ninguna duda de que compartimos muchas de las ideas básicas con respecto a la lucha por un mundo mejor, que su lucha es mi lucha y que las intenciones detrás de esta declaración son buenas. Por eso creo que es tan importante que todxs recordemos que nuestra propia lucha fue posible solo porque nuestrxs compañerxs del pasado dieron pasos audaces y valientes en la lucha contra su propia opresión, cuyas consecuencias produjeron mucho sufrimiento inmediato pero que, a largo plazo, fue reconocida por el juicio de la historia. En lugar de una gratificación inmediata irreflexiva, sus acciones constituyeron un sacrificio deliberado por el bien del futuro.
Después de la rebelión del triángulo de Vaal de 1984, por ejemplo, cuando los disturbios y saqueos que tuvieron lugar durante una huelga de alquiler apenas dejaron en pie una sola tienda o edificio gubernamental en los municipios de Sharpeville, Sebokeng, Evaton, Boipatong y Bophelong, un joven residente que presenció los hechos en primera persona hizo las siguientes observaciones:
Luego entramos en la Zona 7. Aquí el ambiente nos decía que los ataques no habían sido tan graves. Caminamos una gran distancia sin ver ningún daño. Eso me preocupó mucho. Parecía como si, mientras otras zonas protestaban, ésta hubiera estado haciendo fiestas y otras cosas. La gente aquí parecía ser cobarde. Solo se veían algunxs niñxs en las calles, mientras que sus madres y padres parecían haberse encerrado en sus patios. Sólo cerca del centro comercial había algún signo de violencia, pero todavía de perfil bajo. Las tiendas y otras cosas no se habían quemado como en otras zonas, solo la oficina del consejo de administración y una gasolinera.
¿Significa que querían asegurar sus necesidades del mañana dejando fuera las tiendas? ¿Acaso la subida de los alquileres no era también una carga para ellxs? ¿Se están riendo de las otras zonas que lo han quemado todo? Si les molestaban las subidas de los alquileres, aquel lunes sangriento deberían haber hecho lo mismo que todxs lxs demás.
Hermanxs, si ha llegado el momento de luchar, debemos luchar. No es necesario mirar cómo pelea otrx compañerx. No apoyo la destrucción de tiendas y oficinas, ya que juegan un papel importante en mi existencia diaria, pero si todo va a ser destruido, entonces destruyamos y no eximamos ni una sola cosa. No perdamos el apoyo de Dios cometiendo injusticias; es decir, haciendo daño a unxs y protegiendo a otrxs, mientras que todxs se encuentran en el mismo nivel de culpabilidad. No seamos como el rey Saúl, que incumplió al proteger al rey Hagat cuando Dios ordenó exterminarlo todo.
Somos africanxs y hermanxs en el amor, y debemos compartir los dolores de la amargura y los frutos de la alegría.
-Johannes Rantete, The third day of September.
No se trata de romantizar tales acciones. Como señaló Johannes Rantete:
“Los siguientes días fueron los días del hambre. La gente no tenía dónde conseguir comida. Tenían que viajar largas distancias hasta las afueras para buscar comida y otros productos básicos. Algunas personas incluso cortaron trozos de carne de una vaca viva que se escapó. Corrió sin algunas partes …”
Pero si bien es cierto que la gente pasará hambre después de los disturbios, también es cierto que ya tenía hambre antes. El sufrimiento en sí mismo no se puede evitar. Lo que importa es el significado de este sufrimiento, y este significado es lo que hacemos de él desde el contexto en el que se sufre. Como nos muestra nuestra historia, cuando ese contexto implica la visión a largo plazo de la búsqueda de una buena vida llena de amor y justicia, compasión y camaradería, las más duras dificultades pueden ser soportadas con firmeza.
Vale la pena señalar que, en el caso de la rebelión de Vaal, y durante la lucha de liberación en general, la quema y el saqueo fueron una acción táctica directa conectada conscientemente a un movimiento coordinado—en otras palabras, tuvieron lugar en el contexto de una clase trabajadora autoorganizada que actúa en defensa de sus propios intereses. Sugeriría que lo verdaderamente lamentable de los acontecimientos actuales no son las penurias y la destrucción que pueden implicar, sino precisamente esta falta de conexión con cualquier tipo de estrategia colectiva consciente.
En todo el mundo y a lo largo de la historia, lxs miserables de la tierra han empleado la quema y el saqueo como herramientas clave en su lucha por la liberación. Como señaló Vicky Osterweil después del levantamiento de Ferguson,
“El movimiento pro-derechos civiles no fue puramente no-violento. Algunxs de sus activistas más valientes e inspiradores trabajaron en el marco de la no violencia disciplinada. Muchxs de sus activistas más valientes e inspiradores no lo hicieron. Hicieron falta largos meses de campaña no violenta en Birmingham, Alabama, para obligar a JFK a pronunciar su discurso pidiendo una ley de derechos civiles. Pero en el mes anterior a que lo hiciera, la campaña en Birmingham se había vuelto decididamente no-violenta… es también la amenaza emergente de disturbios la que forzó la mano de JFK… A lo largo de la era pro-derechos civiles, las campañas masivas de desobediencia civil no violenta fueron acompañadas de disturbios masivos. El más famoso de ellos fue la rebelión de Watts de 1965, pero se produjeron disturbios en docenas de ciudades de todo el país. Argumentar que el movimiento logró lo que logró a pesar de la mezcla de acciones no y no violentas, y no como resultado de ellas, es, en el mejor de los casos, falso.”
-In Defense of Looting (En defensa del saqueo), The New Inquiry, 21 de agosto de 2014
Los llamamientos a la cautela, las denuncias de destrucción, las conferencias en tono mesurado sobre la imposibilidad práctica de abolir inmediatamente un mundo de esclavitud, la necesidad de paciencia, disciplina y organización, han servido durante mucho tiempo para dividir los movimientos sociales en “responsables” e “irresponsables”, “grupos autocontrolados” e “incontrolables”, “respetables” y “criminales”, cuando la realidad siempre ha delatado una unidad subyacente.
Sobre el tema de Watts, vale la pena recordar las palabras de la Internacional Situacionista, que hace tiempo señaló la íntima relación entre el saqueo y la abolición de un mundo basado en la pobreza y el racismo:
“La revuelta de Los Ángeles es una revuelta contra la mercancía, contra el mundo de la mercancía y del trabajador-consumidor jerárquicamente sometido a las medidas de la mercancía. Igual que las bandas de jóvenes delincuentes de todos los países avanzados, pero de modo más radical, por estar a la altura de una clase que carece globalmente de porvenir, de una parte del proletariado que no puede creer en ninguna oportunidad notable de promoción o de integración– toman al pie de la letra la propaganda del capitalismo moderno y su publicidad de la abundancia. Ellxs quieren enseguida todos los objetos expuestos y disponibles en abstracto, porque los quieren usar. Por eso mismo recusan su valor de cambio, la realidad mercantil que es su molde, su motivación y su finalidad última, y que lo ha seleccionado todo. Mediante el robo y el regalo encuentran un uso que desmiente enseguida la racionalidad opresora de la mercancía, sacando a la luz lo arbitrario e innecesario de sus relaciones y de su misma fabricación. El saqueo del barrio de Watts mostró la realización más sumaria del principio bastardo «A cada uno según sus falsas necesidades»—las necesidades determinadas y producidas por el sistema económico que el saqueo precisamente rechaza. Pero como esa abundancia se toma al pie de la letra y se alcanza en lo inmediato, en lugar de perseguirla indefinidamente en la carrera del trabajo alienado y del acrecentamiento de las necesidades sociales aplazadas, los verdaderos deseos están expresándose ya en la fiesta, en la afirmación lúdica y en el potlatch de la destrucción. Las personas que destruyen las mercancías muestran su superioridad humana sobre las mercancías. No permanecerán prisioneras de las formas arbitrarias de las que se ha revestido la imagen de su necesidad. En las llamas de Watts se ha dado el paso del consumo a la consumación. Los grandes frigoríficos robados por personas que no tenían electricidad o a quienes se les había cortado el suministro es la mejor imagen de la mentira de la abundancia que se ha trocado en verdad en juego. La producción mercantil, cuando se la deja de comprar, se torna criticable y modificable en todas las formas particulares que haya asumido. Sólo cuando se la paga con dinero, en cuanto signo de un rango dentro de la supervivencia, se la respeta como a un fetiche admirable.
La sociedad de la abundancia halla su respuesta natural en el saqueo; pero no era ésta de ninguna manera una abundancia natural y humana, sino una abundancia de mercancías. Y el saqueo, por el cual se desmorona inmediatamente la mercancía en cuanto tal, muestra también la última ratio de la mercancía: el ejército, la policía y demás cuerpos especializados que ostentan en el Estado el monopolio de la violencia armada. ¿Qué es un policía? Es el servidor activo de la mercancía. Es el hombre totalmente sometido a la mercancía, por obra del cual este o aquel otro producto del trabajo humano sigue siendo una mercancía cuya mágica voluntad es que se la pague, y no simplemente un vulgar frigorífico o un fusil—una cosa ciega, pasiva e insensible, a merced de cualquiera que la use. Detrás de la indignidad de depender del policía, lxs negrxs rechazan la indignidad de depender de las mercancías. La juventud sin porvenir mercantil de Watts ha elegido otra cualidad del presente, y la verdad de ese presente fue irrecusable al punto de arrastrar consigo a toda la población—a las mujeres, lxs niñxs e incluso a lxs sociólogxs que estaban presentes. Una joven socióloga negra de aquel barrio, Bobbi Hollon, declaró en octubre al Herald Tribune: «Antes a la gente le daba vergüenza decir que era de Watts; lo decían como entre dientes. Ahora lo dicen con orgullo. Unxs jóvenes que iban siempre con la camisa abierta hasta la cintura, capaces de cargarse a navajazos a quien sea en medio segundo, se presentaban aquí cada mañana a las siete. Organizaban el reparto de comida. Claro, no hay que hacerse ilusiones, la habían robado (…). Todas esas mentiras cristianas se han utilizado contra lxs negrxs durante demasiado tiempo. Esa gente podría estar saqueando durante diez años, y no recuperaría ni la mitad del dinero que les han robado en las tiendas durante todos esos años… Yo no soy más que una chica negra.» Bobbi Hollon, que ha decidido no lavar nunca la sangre que le manchó las alpargatas durante la revuelta, dice que «ahora el mundo entero está mirando al barrio de Watts»”.
–Internationale Situationniste n. ° 10, La decadencia y caída de la economía espectacular-mercantil.
Así como las acciones llevadas a cabo por aquellxs que no ven un futuro para sí mismxs en este mundo no están por sí mismas privadas de previsión por definición — todo lo contrario—, las acciones de aquellxs desesperadxs por la miseria de sus condiciones no son en sí mismas miserables por definición; de nuevo, todo lo contrario. Esto fue representado gráficamente por Thomas Pynchon, quien publicó un informe de primera mano sobre el tema—A Journey Into The Mind of Watts(Un viaje hacia la mente de Watts)—en la revista The New York Times:
“Otrxs lo recuerdan en términos de música; a través de gran parte de los disturbios parecía correr, dicen, una notable empatía, o lo que sea que lxs músicxs de jazz sientan en ciertas noches; todo el mundo sabiendo qué hacer y cuándo hacerlo sin necesidad de una palabra o una señal: ‘Podrías acercarte a cualquiera, lxs chavalxs podrían estar en medio de la quema de una tienda o algo así, pero te dirían, explicando muy tranquilxs, justo lo que estaban haciendo, lo que iban a hacer a continuación. Y eso es lo que harían; hombre, nadie tiene que dar órdenes’”.
Hay evidencias que sugieren que este elemento de creatividad y juego, siempre reprimido por las representaciones dominantes de tales hechos, no estuvo ausente en los recientes disturbios, que según un editorial de New Frame, estuvieron “inicialmente marcados por un ambiente de carnaval en algunos lugares.”
¿La Tercera Fuerza o el Tercer Policía?
Dijo que era de nuevo el comienzo de lo inacabado, el redescubrimiento de lo familiar, la revivificación de lo ya sufrido, el nuevo olvido de lo olvidado. El infierno da vueltas y vueltas. En forma es circular y por naturaleza es interminable, repetitivo y casi insoportable.
–Flann O’Brien, El Tercer Policía
Así como la bella Aurora despliega su rostro celestial en Oriente, alegrando la vista con mil destellos enjoyados sobre los capós de los coches aparcados mojados por el rocío, y deleitando el oído con el melifluo bullicio de los camiones de la basura haciendo sus rondas matutinas; así como la incondicional Gaia (ella, cuyo giro egocéntrico y revolucionario sobre su propio eje nos bendice con la eterna danza de la noche y el día) se mueve incansablemente en su incesante giro cósmico; así también nosotrxs, lxs mortales de las clases inferiores, cuando nos levantamos impúdicamente por encima de la posición asignada, nos vemos envueltxs en un ciclo perpetuo (de venerable antigüedad, aunque de dudosa reputación) de condena y condescendencia en el que, una y otra vez—in saecula saeculorum—se nos imputa el papel de meras marionetas descerebradas manipuladas por poderes superiores que conspiran para sus propios fines siniestros.
Como era de esperar, la temida tercera fuerza que, según las autoridades del apartheid, estuvo supuestamente detrás del movimiento revolucionario durante los años setenta y ochenta, los grupos criminales y agitadores externos a quienes el ANC culpa constantemente de todas las formas de impugnación social desde 1994, se ha sacado a relucir de nuevo para explicar los recientes disturbios. Esta vez, la excusa para sacar a relucir el viejo coco era mejor que en la mayoría de las ocasiones, ya que las primeras acciones se llevaron a cabo en respuesta al encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma. Sin embargo, la intensidad y el alcance de la rebelión desmienten un chivo expiatorio tan conveniente. Como cualquiera que haya prestado algo de atención a la sociedad sudafricana puede ver claramente, y como AbM afirma en su comunicado,
“Los disturbios que han estado sucediendo no tienen nada que ver con Zuma. La pobreza y el hambre fueron una bomba y la ruptura del orden, provocada por la gente de Zuma, encendió la mecha. En todas partes, las personas que empezaron a sacar comida de las tiendas dijeron que se están muriendo de hambre y que no tienen nada que ver con Zuma ni están haciendo nada por él. Lxs migrantes también estaban cogiendo comida. Todxs lxs que viven en Sudáfrica estaban cogiendo comida porque el problema era el hambre y la pobreza.”
Sin embargo, no son sólo las autoridades deliberadamente ignorantes y las clases acomodadas las que repiten tan funestas acusaciones. Muchxs izquierdistas bien intencionadxs, a pesar de la saludable influencia de Rosa Luxemburg y Mikhail Bakunin, no han podido conciliar nunca la autoactividad espontánea de la clase obrera—especialmente cuando adquiere un carácter particularmente exuberante y feroz—con sus propias nociones de organización, contrapoder y conciencia de clase.
Así encontramos a personas como el anarquista Shawn Hattingh escribiendo, en el “International Journal of Socialist Renewal”, que
“Es innegable el vínculo entre la oleada de saqueos a gran escala que tuvo lugar y dos bases de poder de la clase dominante, muy obvias y conflictivas, que existen actualmente en el país. Afirmar que hubo un ejercicio de poder de la clase obrera es malinterpretar fundamentalmente los poderes en juego y dónde reside realmente el epicentro del poder en este momento de la historia.”
Afirmar que el sabotaje y la expropiación no es un ejercicio de poder de la clase obrera es fundamentalmente malinterpretar la naturaleza del poder por completo, así como el papel histórico que tales tácticas están llamadas a desempeñar dentro de una innumerable diversidad de contextos. Así también encontramos a personas como Richard Pithouse, un colaborador cercano de Abahlali desde hace mucho tiempo, escribiendo en New Frame que
“Hay un ataque continuo, bien organizado, generalizado y estratégicamente sofisticado a las infraestructuras. Torres de telefonía móvil, subestaciones eléctricas, depósitos, camiones, centros comerciales, almacenes, instalaciones de almacenamiento de combustible, fábricas y demás han sido y están siendo destruidos con impunidad. Este tipo de ataques no son en absoluto típicos de disturbios espontáneos. Son más típicos de un intento de golpe de Estado bien organizado o de una guerra civil “.
Por el contrario, la historia de este país incluye muchas ocasiones en las que levantamientos espontáneos tuvieron como objetivo estratégico las infraestructuras. El levantamiento de Vaal antes mencionado tuvo como objetivo sistemático las oficinas de correos, gasolineras y edificios gubernamentales de todo tipo. Durante los disturbios de 1959 en Cato Manor, Durban, La mayoría de los edificios municipales fueron incendiados, así como todas las tiendas alquiladas por el estado a los comerciantes, las organizaciones de asistencia social (asociadas a la “oficialidad blanca”) y los autobuses municipales. En una escena cargada de significado poético, Gladys Manzi recuerda
“Este autobús con una radio adentro. Todavía recuerdo la canción de… la radio de allí. Ngagula, ngalala phansi, bajabula bonke sengilele phansi (“Estoy enfermo, estoy tumbado; mientras me tumbo muriendo, todos están felices”) y el autobús estaba realmente tumbado de costado en llamas.”
Aquellxs que, como las mujeres de Cato Manor o la gente de Watts, actuaron para poner fin de inmediato a todo esto, nunca han recibido más que sermones condescendientes y piadosos sobre por qué no se puede hacer porque no hay explicación, aparte de la del fracaso de la mayoría de sus compañerxs en unirse a ellxs.
Adiós a los Daños
Mi madre trabajaba en este edificio (gobierno del cantón de Tuzla, incendiado). Allí aprendí a escribir en una máquina durante la guerra, fue en el ‘92. Cuando el edificio se incendió, le dije: “¡Mamá, ahí es donde trabajaste todos estos años!” Ella me dijo: “Oh, al diablo con ese edificio, déjalo arder. ¡Quemadlos todos! Por qué sentir emociones por un edificio. Estxs trabajadorxs lo construyeron, lo quemaron, lo volverán a construir. El edificio no es importante. Lo importante es que no tienen nada que comer. Deberían haberle prendido fuego hace 15 años, y con él a todos los demás.”
-Participante en la rebelión de Bosnia-Herzegovina, marzo de 2014
Por supuesto, el poder de lxs desposeídxs para destruir es solo el lado oscuro de un poder aún mayor para crear: un poder que es secuestrado, hecho rehén, encarcelado, esclavizado, saboteado, lisiado, reprimido por las relaciones sociales dominantes de hoy en día. Para liberar estos poderes creativos, se deben eliminar las barreras que impiden su florecimiento—un trabajo de demolición que inevitablemente tiene como resultado montones de ruinas desordenadas.
Dado que he estado viviendo como un trabajador agrícola inmigrante en España durante los últimos años, no estaría mal citar uno de los discursos más celebrados de unx de nuestrxs compañerxs más célebres del pasado, quien, en respuesta a un periodista que señaló durante la Guerra Civil Española, que incluso si él y sus compañerxs ganaran, “Estaréis sentadxs sobre un montón de ruinas”, respondió:
Siempre hemos vivido en barrios pobres, en agujeros en las paredes —dijo con voz queda—. Sabremos adaptarnos a ello. Pero, no olvide que también podemos construir, que fuimos nosotros los que construimos los palacios y las ciudades, en España, en América y en todas partes. Nosotros, los trabajadores. Podemos construir otros nuevos que tomen su lugar. Y que sean mejores. No le tenemos miedo a las ruinas. Vamos a heredar la tierra. No hay ninguna duda de eso. La burguesía podrá destruir y arruinar su propio mundo antes de desaparecer de la historia, pero nosotros llevamos un nuevo mundo en el corazón —dijo, con voz ronca. Ese mundo está creciendo en este minuto.
–José Buenaventura Durruti: “2,000,000 anarquistas luchan por la revolución, dice líder español”, The Toronto Daily Star, 18 de agosto de 1936
Como dejan claro los sentimientos expresados anteriormente por la apasionada madre, en todo el mundo, la gente corriente continuamos llevando ese nuevo mundo en nuestros corazones, tal como nuestrxs predecesorxs lo llevaron en los suyos. Si hoy en día puede parecer difícil discernir cualquier rastro de él creciendo entre la sombra de muerte que tan profundamente proyecta el viejo mundo, mientras rueda oscuramente hacia su ruina, podemos animarnos pensando que, para aquellxs que escuchan con atención, incluso las ruinas hablan con elocuencia.
Otras Lecturas
- An introduction to Abahlali baseMjondolo
- Whiteout—cartel sobre la ocupación de la tierra de Marikana realizado por miembros de la sección de Ciudad del Cabo de AbM.